Inteligencia artificial y dilemas existenciales

María Victoria Reyzábal | Especialista en Lengua y Literatura

A estas alturas, no podríamos sobrevivir aislados de la sociedad ni carentes de herramientas y ciertas destrezas primarias. No sabríamos con qué abrigarnos, ni encender fuego, ni cazar, ni de qué animales huir o defendernos. Y, aun analizando situaciones actuales, debemos reconocer que hemos perdido destrezas como las de cálculo mental (para eso “contamos” con la calculadora), de memorización de direcciones o números de teléfonos (para ello tenemos las agendas de los móviles), de orientación espacial en la ciudad o por carretera sin GPS; y, si los avances tecnológicos continúan, dejaremos de saber conducir en coche como ya hemos prácticamente dejado de cambiar una rueda o de controlar el nivel del aceite.

Obviamente, todo eso se puede considerar como un bajón de nuestras habilidades e incluso de la inteligencia, ya que las máquinas hacen cada vez más cosas por nosotros: el reloj nos despierta encendiendo la radio a la hora programada, la televisión se apaga por su cuenta también a la hora prefijada, lo mismo que la calefacción, el aire acondicionado, los distintos aparatos nos avisan cuándo tienen un problema y dónde se ha producido la avería, etc.

La inteligencia artificial está penetrando vertiginosamente en nuestras casas, en el trabajo, en buena parte de nuestras vidas personales mediante cosas tan comunes hoy como Internet, los móviles, las plataformas musicales, las apps médicas, educativas, científicas… Todo esto nos ayuda a tomar decisiones, a ponernos al día en ciertos conocimientos, a comunicarnos con grandes grupos, a entretenernos… Esto es peligroso, pero también fantástico, por eso hay que aprender, entre otros sitios en la escuela, a utilizarla con prudencia, con respeto al prójimo y a uno mismo, sin perder el sentido de la realidad ni renunciar a la convivencia con los otros, al cultivo de la amistad.

Evidentemente, estamos cruzando una frontera definitiva, aunque no siempre de manera consciente; la tecnología nos ayuda y nos suplanta sin que entendamos cómo. Por eso, solo nos queda rogar que no se estropee nada y que cada cacharro continúe funcionando por sí solo. Antes resultaba fácil arreglar la plancha, las llaves de la luz, las cisternas del baño… Ahora, cada cosa es más difícil, requiere un “manitas”, cuando no un experto. Sin embargo, los aparatos son cada vez más “inteligentes” y nosotros menos, ¿o no? A la vez, también nos despreocupamos de cuestiones de cocina, lavado, planchado y demás tareas “típicas del hogar”, campo que antes se asignaba injustamente en exclusiva a las mujeres, pero los hombres también desconocen o rechazan las supuestas chapuzas propias de su sexo: lavar el coche, colgar los cuadros, arreglar una cerradura, reparar una persiana… Y, sin embargo, unas y otros están siempre ocupados, agotados y hartos de tantas demandas del trabajo, de los padres, los hijos, la escuela, los amigos… Las últimas encuestas sostienen que los padres españoles no suelen dedicar más de dos horas a la semana a jugar con sus hijos por falta de tiempo.

Que aprovechemos la tecnología sin entender cómo funciona y por qué hace esto o aquello ha sido, de alguna manera, siempre así; no parece que el neandertal supiera por qué frotando unos palos aparecían chispas que encendían el fuego, ni más adelante por qué ciertas plantas aliviaban algunos dolores o envenenaban, tampoco que quien vendía los productos de una fábrica inglesa conociera los mecanismos de funcionamiento de sus máquinas de vapor; sin embargo, ese desconocimiento no evitó nunca que el uso se generalizase reconociendo el adelanto que significaba y el gran ahorro de energía humana que conlleva, y ello sin dejar de lado la importancia que implica el dominio técnico de todas estas cuestiones como ventaja añadida.

Un reto para todos

Cuanto más se generalicen los avances, más posibilidades tiene el individuo de disfrutarlos, pues cualquier cosa que se cree, invente o desarrolle servirá para toda la especie. No obstante, la inteligencia artificial es un reto para todos en el que nadie debería quedarse atrás. Esta nueva realidad, como ya pasó en otros casos, dejará desfasadas o en suspenso ciertas destrezas, pero aumentará la importancia de otras; por ejemplo, memorizar y memorizar información, como tantas veces hemos repetido, resultará menos útil y prioritario que la competencia para valorarla, jerarquizarla, cuestionarla o, incluso, descartarla, sabiendo que contamos con medios para su actualización. La educación no debe preparar para un escenario equivalente al que tenemos ahora, sino para un mundo diferente y hasta sorprendente, en cambio constante y, fundamentalmente, tiene que comprometerse a que no renunciemos a crecer con valores firmes, equilibrio emocional, competencia resiliente, pensamiento crítico y capacidad creativa. El futuro empieza esta noche, por eso en el aula ya desde mañana deberíamos empezar a asumir estos planteamientos.

Por otra parte, el cada vez menor requisito de fuerza humana, así como la incorporación de toda clase de electrodomésticos –también inteligentes– junto a la extensión de horarios y ofertas varias de los servicios educativos para los hijos, entre otras cuestiones de peso, han permitido que la mujer amplíe su disposición laboral y social, algo que también apunta a urgentes retoques educativos, pues las jóvenes experimentan de distinta manera la vivencia del amor, el erotismo e, incluso, la sexualidad, y ello desde bastante más temprano que antes. Realidad cuyos compañeros viven con confusión y, al menos en parte, como pérdida de sus roles masculinos, pues saben que tienen que enfrentarse a mujeres autónomas económicamente, tan formadas profesionalmente como ellos, que posiblemente ya hayan tenido otras relaciones sentimentales previas; muchachas que no suelen mostrarse sumisas, ni débiles, ni indecisas –aunque todo esto pueda ser solo apariencia–.

Si aquí la familia, la escuela y toda la sociedad no colaboran, los jóvenes, para defender su imagen tradicional, reforzarán su machismo, el que quizá vieron en su casa en cuanto al sacrificio de su madre y los privilegios de su padre y, aunque admiren a su progenitora, querrán parecerse a él. Mas si ahora no cambia su forma de ser no alcanzará nunca la felicidad y, posiblemente, hará muy desgraciados a su mujer y a sus hijos. El mundo hoy es diferente, y las mujeres, gracias a su esfuerzo, también; por eso, este es otro aspecto que el día a día en el aula debe tener en cuenta.

Las relaciones mujer-hombre no pueden implicar un deporte de riesgo. En los varones crece la inseguridad y correlativamente la violencia, no entienden que, aunque ellas los quieran, ya no los necesiten, pues a ellos, incluso sin quererlas, les siguen siendo necesarias y así ha sido siempre, es el frágil –y ahora obsoleto– privilegio de ser el amo y no obstante depender de la criada.

Más sapiens

Analizar las causas de la violencia en las clases de Historia, de Literatura, de Ciencias, etc., y, fundamentalmente, en las que quizá la reimplantada Filosofía resultará fundamental; saber en qué consiste realmente la felicidad, las razones beneficiosas del compromiso y la empatía, las garantías existenciales y sociales de ser uno con los otros, el por qué amarnos y para qué, la exigencia individual de la dignidad, lo irrenunciable de la libertad personal y colectiva, el disfrute del arte aunque “no sirva para nada”, resulta esencial para los humanos y por eso se ha considerado sagrado, desde los primeros tiempos, que el lenguaje verbal es un don único de nuestra especie que jamás debería usarse para mentir, insultar, menospreciar y ni siquiera para silenciar abusivamente a alguien…

Todo esto puede y debe debatirse en las clases de cada una de las áreas o materias, porque hace a la esencia de la vida, así como reconocer que dedicarse a reflexionar es posible cuando lo urgente y lo básico está resuelto –la alimentación, el abrigo, al calor familiar…–, considerando que para ello también nos puede ayudar que la inteligencia artificial nos quite las cargas pesadas y rutinarias. Resolver nuestros conflictos o dilemas existenciales es tarea de humanos. La tecnología, cuanto más avanzada y compleja, resultará más invisible para la mayoría de nosotros. Pero la escuela no puede ser un mausoleo en el que tengan privilegios solo los muertos. Posiblemente en el presente seamos menos habilis, pero tenemos la obligación de ser más sapiens.

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