¿Será verdad?

María Antonia Casanova | Universidad Camilo José Cela (Madrid)

Durante los días 8 a 11 de enero de este año, han tenido lugar en Madrid unas Jornadas por la Inclusión, organizadas por el Foro Europeo de Administradores de la Educación-Madrid. Vaya por delante mi felicitación por la iniciativa y por la organización.

Se han mantenido encendidos debates en sus sesiones, especialmente en la dedicada a Educación, centrados en la posibilidad de que en algún momento, alguna vez, la educación inclusiva sea una realidad para todo el alumnado, suprimiendo el doble modelo de escolarización en centros ordinarios y centros de educación especial, que se mantiene hasta ahora y que ha sido denunciado, contundentemente, en el Informe Comité sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de la ONU de 2017, y que ya comenté con más detalle en un artículo anterior: Lo que dice la ONU de nuestra educación inclusiva (junio 2018). Hay que afirmar que la educación inclusiva es la que con mejor calidad conceptual, emocional y social puede educar a todas las personas.

Parece que todos estamos de acuerdo con el modelo educativo de inclusión, siempre que el alumnado esté bien atendido en cualquier escuela que se escolarice. Esa es la clave: mantener el nivel de calidad educativa en todos nuestros centros. Pero esto no es creíble para un considerable número de población, sobre todo el que tiene a sus hijos escolarizados en centros de educación especial y considera que nunca estarán mejor en los centros ordinarios, dada la falta de recursos adecuados, en unos casos, y la escasa formación del profesorado, en otros. También se alega el número de alumnos por aula, que impediría una atención específica a cada niño. Lo plantean como algo utópico imposible de alcanzar.

Pero esto no debe ser así. Se puede llevar a la práctica, como está demostrado en otros países, donde las jóvenes generaciones ya no entienden, ni se les pasa por la cabeza, que determinadas personas deban escolarizarse en centros diferenciados.

Incluso teniendo en cuenta que, en casos concretos, fuera necesario mantener centros de educación especial para una población que los precisara inicialmente en su tránsito a la ordinaria o al mundo laboral, creo que esta no superaría el 1% y nunca llegaría a más del 20% como es en la actualidad.

En paralelo a las jornadas referidas al principio, apareció una noticia de prensa esperanzadora, en la que se recoge que el Gobierno está estudiando las fórmulas necesarias para que los casi 37.000 alumnos y alumnas que todavía padecen esa segregación escolar puedan ser incorporados a la escuela ordinaria. Sería un logro importante para nuestra educación y nuestra sociedad. Un paso realmente decisivo hacia el logro de una sociedad más justa y más ética en su práctica, dado que en teoría estos principios están plenamente aceptados, aunque no se cumplan.

¿Será verdad que se está planificando la escolarización para el próximo curso, de modo que una buena parte del alumnado de educación especial pase a la escuela ordinaria?

¿Será verdad que se incorporará a los centros el profesorado especializado suficiente para atender a la nueva población que se escolarice?

¿Será verdad que los centros ordinarios contarán con el equipamiento y los recursos precisos para ofrecer respuestas idóneas a todo su alumnado?

¿Será verdad que se financiará la educación con el presupuesto conveniente para hacer realidad la educación inclusiva?

Si se adoptaran decisiones firmes en relación con esta propuesta, creo que en muy pocos años habríamos conseguido la plena escolarización inclusiva, sobre todo considerando que llevamos casi treinta y cuatro años “intentándolo” sin llegar a la meta. Ya va siendo hora de que nos acerquemos significativamente.

Confiemos en seguir adelante y en que los responsables de adoptar estas opciones no duden de su beneficio para el conjunto de la población. Se trata de educar y de convivir, de conocerse y respetarse, de trabajar juntos y disfrutar juntos, de ser con los otros… Y esta es una tarea que no se logra separando, sino favoreciendo la convivencia en la diversidad desde los primeros años.

2 Comments

  1. De acuerdo, Nivea. Mi único reproche es la lentitud del proceso, ya que desde 1985 estamos intentando conseguir esa inclusión total, y parece que nunca llega. Saludos.

  2. Sin dudar de la de falta recursos y quizá falta de formación de parte del profesorado, la inclusión ya es una realidad para un porcentaje del alumnado en situación de discapacidad. Y si ya se ha iniciado el camino con probados resultados, sólo tenemos que seguir trabajando y avanzando en ello.
    Los padres que ya han optado por la inclusión para sus hijos han adoptado, con sus reservas, la decisión de crecimiento y desarrollo de esos niños.
    Y aquellos que aún lo temen necesitan confirmar con hechos, que se sigue trabajando en ello para dar ese salto hacia la total integración, la normalización de nuestros niños y jóvenes en el mundo en el que se tienen que relacionar.

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