En Educación no estamos solos

La Educación no está herida. Apenas, si acaso, dolida. Pero no doliente. La Educación, aunque vista como un agujero negro de presupuestos y recursos en muchos despachos, es un motor que ruge con fiereza y que nos lleva hacia el destino que queremos. Sin ella, no habría presente ni futuro. Y poco pasado también. Sin ella no habría ciudadanas y ciudadanos. Sin ella habría muy poco…

Pero más que la Educación en sí, la fuerza proviene de sus profesionales, de mujeres y hombres que trabajan cada día lejos de decretos, presupuestos y normas, y que solo viven de la realidad de sus estudiantes, de su entorno y de lo que tienen a mano para hacer del aprendizaje una herramienta que cambie la vida de quien lo recibe. Porque la Educación es la esperanza de miles, de millones de personas para salir de la pobreza, de la marginalidad, del miedo, del dolor, de la miseria… Es la única vía para luchar contra las desigualdades, para fomentar la equidad y la libertad, para acabar con el terrorismo y la radicalización.

Sí, es así de tajante. Tanto que la Unesco coordina el objetivo de desarrollo sostenible número 4, relativo a la educación, con todos los demás ODS. Porque sin la universalización de la educación obligatoria, el mundo no tiene muchas esperanzas para acabar con esas barreras que nos separan como países, como ciudades, como comunidades, como credos, como grupos sociales y como individuos. Sin ella no habrá desarrollo posible para un mundo más justo y equitativo.

Por ello, millones de personas dedican gran parte de sus vidas a enseñar, educar, formar y a pensar a las futuras generaciones que algún día serán las que decidan nuestro destino. Millones de personas que con mucha vocación y amor se dedican a innovar, a plantear una educación diferente, a generar nuevos procesos de enseñanza y aprendizaje que calen más profundo en nuestros niños y nuestras niñas, que les impulsen a seguir adelante. Docentes, profesionales de la orientación, equipos directivos, madres, padres y muchos miembros de las distintas comunidades en las que nos encontramos, hacen que la rueda de la Educación (sí, esa con mayúsculas), gire a pesar de los frenos, las piedras en el camino y los intentos por reducirla a la reproducción de información seleccionada y alienante, lejos de su función de desarrollo integral del ser humano, según las capacidades y habilidades de cada uno de nosotros.

No estamos solos ni mucho menos somos pocos. La innovación nunca detiene su marcha, porque siempre hay alguien en el mundo tocando el corazón de otro a través de la enseñanza. Y, mientras exista esa fuente de inspiración, esta rueda no dejará de girar. A pesar de todo. Dolida, pero no doliente. Herida, pero con mucho futuro por delante. Y nosotros, en Innovamos, queremos ser parte de ese futuro. ¿Te animas a construirlo con nosotros?

Acerca de Tomás Loyola Barberis 40 Articles
Periodista y editor, con 20 años de experiencia en medios de comunicación online

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