Tiempo de innovar

El mundo educativo está en plena ebullición. Las palabras cambio, escuela nueva y, sobre todo, innovación, planean sobre los debates teóricos y en los que se realizan en los centros más ligados a la práctica del día a día.

En Cataluña, el proyecto escolanova21, con un amplio soporte social y con el apoyo del Departament d’Ensenyament de la Generalitat, partió de 25 centros impulsores y se preveía ampliar hasta 200 más para realizar un camino conjunto de reflexión y formación hacia el cambio y la innovación. Se ha visto desbordado por las solicitudes de participación de escuelas e institutos y, en este momento, conformamos la red casi 500 centros.

El mundo actual es diverso, marcado por la complejidad y el cambio, y la institución escolar, con un modelo bastante encorsetado, está quedando obsoleta y urge la necesidad de un cambio profundo que vaya más allá de la incorporación de nuevas metodologías o tecnologías. Me refiero a un cambio en el modelo organizativo que abarque nuevos contenidos de aprendizaje, formas de aprender que contemplen las inteligencias múltiples, espacios abiertos y polivalentes, y nuevos roles entre alumnos y docentes.

El camino de la innovación es largo, complicado y con bastantes escollos. El primero de ellos puede ser justamente que, al ser un concepto que está de moda, se intente llegar a él sin el tiempo y la reflexión necesaria, convirtiéndose en un interés pasajero que no se llegue a afianzar y consolidar.

Un proceso de innovación implica intervenciones, decisiones y procesos de sistematización para modificar ideas, modelos y prácticas pedagógicas; y, sobre todo, un cambio en la cultura escolar. Y esto es lo más difícil, porque choca con la cultura que tenemos asimilada e inculcada desde nuestra vivencia personal en la infancia.

El primer paso debe partir de focalizar nuestra mirada en nuestros alumnos y el entorno que les rodea, realizando un análisis exhaustivo de cuáles son las prácticas educativas que les estamos ofreciendo. Es necesario considerar a cada estudiante como un ser con un talento único y no como una pieza de un sistema en el que hay que competir y nivelarse para llegar con todos a unos mínimos iguales y al mismo tiempo.

A partir de una reflexión profunda, hay que decidir qué hemos de conservar y de qué nos hemos de desprender, a la vez que elegimos qué nuevas formas organizativas vamos a incorporar. Todo cambio implica el abandono de algo que estaba muy instalado en nuestra cultura, que nos mantenía en una zona de cierto confort, y esto nos produce una cierta inseguridad y miedo.

El segundo paso es compartir esta reflexión con todo el equipo docente, utilizando todo el tiempo que se necesite para dialogar y debatir para alcanzar el convencimiento del claustro, que permita la complicidad imprescindible para que las prácticas innovadoras lleguen a buen puerto.

Aquí nos encontramos con uno de los principales escollos: la falta de espacios horarios compartidos por el equipo docente en el día a día escolar hace muy difícil que se pueda llevar a cabo esta reflexión compartida. La jornada partida en espacios de mañana y tarde, establecida por la Administración en Cataluña, limita este tiempo a una hora al mediodía en la que se deben tratar todos los temas relativos al funcionamiento del centro, atender a familias…

Excepto en los centros de nueva creación, no podemos establecer un vacío y partir de cero, sino que mantenemos las estructuras existentes a la vez que reflexionamos y planificamos el cambio de futuro, y vamos incorporando las nuevas estructuras.

Las familias juegan también un papel importante. Es necesario mantenerlas informadas de todos los cambios que se realizan, implicarlas, darles protagonismo y convertirlas en cómplices y compañeras del camino a recorrer. Es normal que tengan dudas y una cierta inseguridad, hay que abrir las puertas de la escuela y hacerlas partícipes de los diferentes proyectos.

La Administración educativa debe jugar un papel activo, aportando los recursos necesarios para que todos los centros puedan acceder al cambio. Debe dirigir este cambio, observar las innovaciones, apoyar experiencias y contribuir a que se produzcan las condiciones de éxito y su difusión a otros centros, evitando que se establezca un ranking que ahonde en las diferencias entre escuelas.

Como reflexión final quiero hacer referencia a la necesidad de ajustar el tiempo de realizar los cambios evitando cuidadosamente la precipitación y el exceso de rapidez que puedan llevar a una colisión, pero también el exceso de lentitud que puede apagar el motor y conducirnos a la paralización.

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