Leer y escribir para ser más

Mª Victoria Reyzábal | Especialista en Lengua y Literatura

Existe la idea correcta de que estudiar textos literarios sumerge a los lectores en las constelaciones de las emociones, en el cosmos de la fantasía, en el desarrollo de la empatía hacia los otros… Pero, además de interpretar figuras retóricas o descifrar el significado de las tipologías textuales, la literatura nos orienta en caminos creativos que van más allá de ella misma, así favorece que seamos personas más ricas, matizadas y comprensivas, pues nos regala visiones alternativas de la realidad, de la misma manera que emplear el lenguaje de manera metafórica, sinestésica, irónica, surrealista o incluso absurda, nos permite entender, gozar y soñar la rica variedad del mundo. La literatura no es solamente un catálogo de sentimientos, ni de apreciaciones ideológicas o filosóficas, sino también un desarrollo estético de conocimiento en todos y cada uno de los ámbitos del saber. En función de esto, la literatura nos enseña, nos equilibra, nos reta y nos enriquece culturalmente tanto en el ámbito objetivo como en el subjetivo. Leer es una excelente forma de buscarse y escribir, una de las mejores maneras de encontrarse.

La falta de formación se aprecia con facilidad en las redes, en las que amén de los asesinatos ortográficos que se ejecutan sobre las palabras, parecen valer más las bromas generalmente groseras de un indocumentado que las ideas de un reconocido pensador. En este campo, los sistemas educativos deben empeñarse con tesón y dedicación profunda para que sus estudiantes distingan la manipulación de la información, la persuasión interesada de la convicción, incluso la expresión de emociones de la pornografía, los avances científicos de las sutiles estafas comerciales… Las redes son útiles si sabemos utilizarlas adecuadamente, despejando ignorancias osadas, burdas mentiras, sutiles intentos mercantiles, manipulaciones de todo tipo… Y es que las tecnologías de la información sirven tanto para aumentar nuestros conocimientos como para estupidizarnos, degradando de paso el uso de nuestra lengua.

Leer y escribir es una de las maneras con que se nutre el cerebro de ideas, emociones, aventuras, goces estéticos, sobre todo porque este no diferencia lo que lee o lo que escribe de lo que vive, pues para él, no sin razón, todo son acontecimientos reales, quizá por eso olvidamos antes el nombre de algunos compañeros o vecinos que el de buena parte de nuestros personajes o autores literarios favoritos, los cuales de una manera u otra funcionan a lo largo de nuestra existencia como arquetipos positivos o negativos: Aquiles, Odiseo/ Homero, Eneas/ Virgilio, Medea/ Eurípides, Edipo/ Sófocles, Ulises/ Joyce, el Cid, la Celestina, Segismundo, el Quijote, don Juan, Aureliano Buendía…

La música, la pintura, la literatura son terapéuticas porque nos hacen gozar, nos liberan de las cargas del día a día, la belleza embriaga nuestras neuronas, nos hace navegar por la grandeza creativa del ser humano paliando decepciones, resentimientos, dudas, sinsabores…, pues por unos instantes desaparece el mundo con sus injusticias. Y no es que aquí proponga la evasión que nos alejaría de luchar por la justicia, la libertad y la equidad, sino que todos y cada uno necesitamos, en la difícil contienda que es la vida, algunos momentos de reposo. Como dice Fernando Savater, la democracia convierte en políticos a todos los ciudadanos y la literatura permite que cada uno multiplique su alma, por eso las enseñanzas humanísticas resultan al menos tan rentables como las científicas o las tecnológicas.

Dicen que la lectura alimenta el cerebro y con él la existencia. Por ello, los padres tienen que colaborar, leyendo poemas y narraciones a sus hijos cuando son pequeños, interesándose y comentando sus lecturas de adolescentes, creando rutinas de lectura, debate y escritura; es decir, dedicándoles tiempo y no distrayéndolos con maquinitas. Los libros remedian la grave carestía que conlleva la ignorancia.

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