Los lectores acostumbrados a la lectura reflexiva y placentera nos sentimos mejor leyendo libros en papel, pues, al menos por el momento, necesitamos confirmar contenidos volviendo a la página anterior, marcar diversas cuestiones y hasta con distintos colores, señalando o destacando de alguna manera los fragmentos que nos interesan, anotando al margen o subrayando una idea de manera inmediata. Por otra parte, nos es fundamental tocar el volumen, ver aumentar las páginas leídas o comprobar cuántas nos faltan solo de un vistazo, algo que no sucede con los textos electrónicos. A su vez, la actividad de la mano es importantísima en los humanos para la adquisición del conocimiento; esta, desde el principio, ha sido utilizada con eficiencia en la construcción de herramientas, y sostener un libro y manipularlo lo transforma como a aquellas en la extensión de uno mismo, semejante al uso de una cuchara, un martillo, una batuta o un peine. Así lo incorporamos a nuestro sistema háptico (táctil y quinésico), completando el visual y auditivo; este nos aporta sensaciones de volumen, peso, formato, textura…, mientras que las pantallas requieren solamente las yemas de los dedos.
Cuando un cerebro lee, la resonancia magnética funcional muestra algo parecido a la aparición de una galaxia o al incendio de un bosque, cuyas ascuas mueve el viento de un lado para otro (por diferentes grupos neuronales). Así, tras percibir nuestra retina una palabra, se produce un resplandor en la corteza cerebral, una señal eléctrica en el polo occipital, más adelante este se extiende por la región temporal izquierda donde se utiliza el llamado “buzón del lenguaje” que se encarga de reconocerlo. A continuación, la actividad resulta explosiva y se extiende por múltiples áreas en el mencionado hemisferio izquierdo, entonces el cerebro se concentra en recopilar todo lo que sabe sobre ese vocablo en los diferentes ámbitos lingüísticos y semánticos. Al final, el fulgor se incrementa formando circuitos neuronales que entrelazan procesos verbales, visuales, espaciales y todo ello permite la aparición de recuerdos, emociones, fantasías, deseos, etc., relacionándolos con esa palabra que en sí misma es ya un diccionario enciclopédico individual y colectivo, según la formación, cultura y experiencia del lector de turno.
Temporalización para la bialfabetización
- Durante el primer año de vida, los bebés deben escuchar cómo les hablan sus padres, sus abuelos, sus tíos, sus hermanos; la voz humana los calma, les da seguridad y les transmite afecto.
- Hasta los 2 años, resulta fundamental la escucha y lectura de cuentos (como a lo largo de toda la infancia), pues garantiza el conocimiento de gran número de palabras. Y, como ya sabemos, no se conoce lo que no se puede nombrar.
- Entre los 2 y los 6 años, los pequeños pueden empezar a jugar con tabletas y teléfonos inteligentes, sin que ello signifique pasar horas contemplando sus imágenes o absorto en sus vídeos. Tales “juguetes”, en estas edades, son solo para que se distraigan un rato y se familiaricen con ellos.
- Entre los 6 y los 12, es cuando la niña o el muchacho pueden empezar a leer distintos escritos impresos en papel o digitales (la lectura en este último formato a veces resulta especialmente útil para los preadolescentes con dislexia), pero ello sin abandonar las lecturas sobre el papel en voz alta y silenciosa, ni los comentarios sobre ellas con algunos compañeros o personas adultas.
- A partir de los 12 años, el adolescente ya debe poder leer en ambos soportes con aprovechamiento y disfrute, en soledad, lo que garantizará el desarrollo adecuado de los correspondientes circuitos neuronales exigidos para una recepción profunda y activa.
- Es fundamental que las y los jóvenes continúen leyendo de manera comprensiva y crítica sus manuales de estudio y consulta, tanto en papel como digitales, que sepan tomar apuntes, resumir conferencias, hacer cuadros o esquemas, etc., sin abandonar otro tipo de obras. Las competencias que no se entrenan, se debilitan; y hasta desaparecen. Y a las nuevas generaciones cada vez más se les exigirá una formación continua a lo largo de la vida.
Discrepo con la afirmación siguiente:
«Los lectores acostumbrados a la lectura reflexiva y placentera nos sentimos mejor leyendo libros en papel, pues, al menos por el momento, necesitamos confirmar contenidos volviendo a la página anterior, marcar diversas cuestiones y hasta con distintos colores, señalando o destacando de alguna manera los fragmentos que nos interesan, anotando al margen o subrayando una idea de manera inmediata…»
Todas esas acciones, y muchas más se pueden hacer en la Plataforma académica interactiva e-Libro.com http://www.e-libro.com/
Por lo demás, su artículo me resultó muy interesante.
Saludos
torricella
Editorial Universitaria de Cuba
Me gusto mucho la primera intro que hice de informacion al abordar el tema.👏👏👏👏 😃 Pregunto.??? Hace un tiempo que me siento comodo con la lectura veloz y no reparo mucho en muchos conceptos. Luego una imagen. La musica. Un recuerdo Feliz me remunta a lectura y me cierra el concepto.. Los dejo. Espero sigan detallando informacion xq yo estoy muy curioso🙈💛