La Unesco y la OCDE afirmaban que lograr el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) referente a la educación se erige como el principal reto para todos los países de aquí a 2030. Según datos de 2016, hay 57 millones de niños y niñas sin escolarizar en el mundo, y se estima que un 47% de ellos nunca irá a la escuela. Más de la mitad viven en África subsahariana y en países y zonas afectadas por conflictos armados. Un 28% de menores de 5 años padecen retraso de crecimiento, 103 millones de jóvenes no tienen un nivel mínimo de alfabetización y un 60% son mujeres. Además, de los 775 millones de personas analfabetas, dos tercios son mujeres.
La educación es un motor clave para el cambio social y la erradicación de la pobreza, es mucho más que el derecho a la escolarización y a la obtención de un certificado. Las cifras evidencian la urgencia de adoptar las medidas necesarias para garantizar el acceso a una educación de calidad para todos y todas, y a lo largo de toda la vida.
El referente que marcará el futuro del derecho a la educación en el mundo, junto con el Marco de Acción de Incheon, es la Agenda Global para el Desarrollo Sostenible 2030, que nace de un proceso sólido de negociación intergubernamental, y que quiere superar las limitaciones y los errores de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), planteando una agenda menos reduccionista, más participativa y poniendo a las personas en el centro.
En el ámbito educativo se parte del carácter incompleto de la agenda de los ODM. Se plantea abordar los desafíos de la educación tanto en el plano mundial como en el nacional, incorporando por primera vez a todos los países en una alianza efectiva para el desarrollo, y asegurando una participación activa de todos ellos, independientemente del grado de desarrollo del que partan.
El cuarto ODS, que marca la hoja de ruta en este ámbito, persigue “garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos y todas”. Para alcanzar este objetivo se establecen 10 metas, 7 de las cuales son objetivos educativos y 3 de ellas, medios de implementación. Queda garantizada así la complementariedad y coherencia entre las distintas agendas de desarrollo, que comparten un mismo enfoque y alcance de la educación.
Las piedras angulares del ODS 4 son la equidad y la calidad, como dimensiones indisociables, atendiendo a principios como la construcción de una ciudadanía global y el desarrollo sostenible, la garantía de un enfoque de derechos, el logro de una educación inclusiva, el reconocimiento a la profesión docente, la atención a las poblaciones más vulnerables y la educación como bien público global. Además, por primera vez se observa una voluntad firme de incorporar a la agenda el tema de la educación en situación de conflicto y emergencias, mediante el desarrollo de sistemas más inclusivos para las personas desplazadas y los refugiados, asegurando que la educación se imparta en entornos de aprendizaje sanos y seguros, y que se mantenga durante todas las fases del conflicto.
No obstante, la agenda nace con una serie de limitaciones que habrán de solventarse para poder cumplir los objetivos. Sera necesario concretar más algunas metas demasiado inespecíficas para establecer una priorización de los objetivos a acometer y una buena selección de los indicadores que los van a medir. Habrá que encontrar soluciones operativas para algunas metas que no son medibles y atender a la dificultad de medir los indicadores temáticos propuestos, pues requieren de grandes esfuerzos y capacidades nacionales para la obtención de datos desagregados y fiables.
La agenda 2030 necesita avanzar en decisiones políticas que garanticen su cumplimiento por los gobiernos. Es de vital importancia asegurar la apropiación por parte de todos los actores para garantizar su sostenimiento político y económico desde los Estados. Eso implica que los ODS han de ganar peso en la agenda social, política y económica de cada país, y el tiempo para hacerlo ya ha comenzado a correr.
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