Javier González: «En la Transición española hubo fuerte dejación en que la Educación fuera responsabilidad de los poderes públicos»

Javier González, maestro y autor de "La política educativa del PSOE. Sobre escolarización y secularización (1976-1996)"

Javier González Moreno nació en 1991. Estudió siempre en la enseñanza pública y desde chaval tuvo inclinación por la docencia. Incapaz de decidir qué enseñar, optó por enseñarlo todo y estudió Magisterio en la Universidad de Murcia. Con la crisis emigró para trabajar de profesor de español en varios países; volvió y logró hacerse maestro en las oposiciones de 2019 y se doctoró en la Universidad de Murcia con una tesis sobre la política educativa entre 1976 y 1996. Fruto de esta investigación es el libro que ha publicado el Ministerio de Educación y Formación Profesional. El conocimiento de esa historia educativa reciente es imprescindible para mejorar carencias estructurales acumuladas hasta el presente, única base para “innovar” de verdad.

¿Cómo fue meterte en esta etapa de la historia educativa?

Yo partía de la hipótesis de que el gobierno socialista de Felipe González (1982-1996) completaba la Transición en educación. En ese sentido, es una tesis sobre la Transición. De hecho, también abarca los años 1976-1982. Se puede decir que forma parte de una corriente de fondo de mi generación, de los que alcanzamos la mayoría de edad en torno al 15M. Me refiero al deseo de hablar sobre la Transición y sus mitos, sus aciertos y sus errores, por mucho que se dijera que aquello era modélico y hasta mundialmente reconocido como un proceso exitoso. Evidentemente hay en ese deseo de hablar sobre la Transición un impulso crítico, que los hechos (una vez desbrozado el exceso de mitificación) demuestran que es necesario. Sin embargo, también te digo que conocer es comprender y comprender es también apreciar. La situación era muy complicada y hubo logros también, que han proporcionado enormes beneficios a mi generación. Pero hay que hablar de las cosas sin candados, sin que cualquier duda sea calificada como herejía. La Transición creó una cultura que no conversaba, era un monólogo autorreferencial de mitos repetidos una y otra vez (que no se pudo hacer de otra manera…, que se hizo de la mejor manera posible, etc.). En nuestros días, eso ya no es suficiente.

¿No tuviste miedo a que fuera demasiado actual?

Precisamente eso fue lo que me atrajo. Vivimos en el sistema educativo creado durante ese periodo. La LODE de 1985 desarrolló los conciertos educativos previstos en la Constitución, creando la red educativa dual que tenemos hoy en día. Y la LOGSE de 1990 instauró una ordenación académica al estilo europeo, que es la que ha cursado todo el mundo desde entonces. Estas dos leyes apenas han cambiado. Sólo ha habido pinceladas: que si Religión cuenta para la media, que si tantas asignaturas para repetir, que si Educación para la Ciudadanía, etc. Nunca se ha cuestionado lo fundamental de estas leyes: que hay una red concertada con gran autonomía a expensas del Estado y que la ordenación educativa debe ser de corte europeo. Desde el principio tuve claro que hacer esta tesis me permitiría comprender el presente; es la gran virtud de estudiar la Historia. Y durante el proceso de hacer la tesis, al compartir avances con otras personas o en reuniones científicas, notaba un gran interés porque precisamente era algo actual. Y eso me hizo seguir adelante a pesar de las dificultades.

¿Habías leído mucho sobre esa etapa? ¿Qué información previa tenías?

No había leído prácticamente ningún texto académico sobre el periodo. Sólo había leído en la carrera de Maestro el mítico libro del gran Manuel de Puelles “Educación e ideología en la España contemporánea”. Ese libro detalla el devenir de la educación española en los últimos tres siglos. Dedica unas pocas páginas a la Transición y los gobiernos socialistas, pero a lo largo de su lectura se ve el continuo avance y retroceso de la educación en nuestro país: cómo las fuerzas liberales, progresistas y obreras propugnan la universalidad de la educación y su asunción por parte del Estado, mientras las fuerzas reaccionarias y de la Iglesia se resisten a ceder sus privilegios. Como contrapartida a su apoyo en la Guerra Civil, la dictadura franquista cedió a la Iglesia las competencias en educación, convirtiendo al Estado en un agente pasivo de la misma. Como resultado, cuando se llegó a la Transición una gran parte de la población infantil estaba todavía sin escolarizar, mientras que la Iglesia recibía cantidades enormes de dinero público para sus centros, en los que no admitía a muchos alumnos. Todo esto ocurrió al revés en el resto de Europa, ya que allí desde muy pronto se entendió que la educación es tan importante que debe ser una responsabilidad de los poderes públicos.

¿Con qué apoyos contabas para hacerla? ¿Propusiste tú el tema o te lo propusieron? ¿Cómo convenciste a tus directores de tesis?

Yo quería hacer un doctorado porque siempre he entendido que si se puede estudiar hay que aprovechar la oportunidad. Es algo que siempre me ha trasmitido mi familia, especialmente mis abuelos, que no pudieron completar sus estudios por la guerra y la barbarie posterior. Así que me planté en la Facultad de Educación con la idea de hacer una tesis sobre la enseñanza en la Segunda República en la Región de Murcia y me dirigieron hacia Pedro Luis Moreno y Antonio Viñao. Ellos me informaron de que eso no era posible porque los archivos supervivientes son insuficientes. Hablamos de algunos temas posibles, todos relacionados con la influencia de la Iglesia en el sistema educativo, y finalmente lo concretamos en el de los gobiernos socialistas entre 1982 y 1996 porque lo consideramos fundamental en las relaciones Iglesia-Estado y no había nada escrito que abarcara todo ese periodo. En cuanto a los apoyos, yo no obtuve ninguna beca. Conté con el apoyo de mi familia y con mi trabajo en la docencia. Es complicado compaginar tesis y trabajo y he de decir que, sin el confinamiento por la COVID y el forzado “tiempo libre” que nos dio, muy probablemente no habría conseguido terminarla todavía.

¿Qué tipo de documentación manejaste?

Hice de la necesidad virtud. Como al principio no sabía prácticamente nada, me propuse leerlo todo. En un principio, empecé por las obras de Luis Gómez Llorente y Mariano Pérez Galán. Estos dos hombres pilotaron la política socialista hasta la Constitución de 1978. Pero entonces fueron sustituidos porque se enfrentaron a Felipe González en el Congreso Extraordinario de 1979 del PSOE. Luego, ellos escribieron mucho y se da por supuesto que sus ideas sobre la participación fueron determinantes en la LODE y el sistema de conciertos. Es cierto que ellos consiguieron incluir “la participación” en la Constitución y, por tanto, en la LODE, pero esta no fue desarrollada por ellos y, por tanto, lo que al final se instauró fue otra cosa muy distinta al sistema autogestionario que ellos tenían en mente, que de todas maneras era inviable.

No me quedó otra que leer toda la documentación parlamentaria: debates en el Congreso y el Senado, en las comisiones, los proyectos, las enmiendas… todo. Eso, en conjunción con la prensa de la época, dio cuenta de cómo las leyes fueron modificándose conforme avanzaban las negociaciones entre los socialistas y los sectores confesionales. En este sentido, es muy importante el suplemento de Educación de El País, especialmente el periodista Esteban Sánchez Barcia, que daba una cobertura muy detallada de lo que sucedía. También La Vanguardia daba detalles muy importantes sobre la actividad de los nacionalistas catalanes, que decidieron muchos aspectos de las leyes socialistas sobre educación.

También los responsables ministeriales escribieron obras que, aunque formaban parte de su estrategia propagandística, dan buena cuenta de sus intenciones. Y, por último, leí las sentencias del Tribunal Constitucional sobre las leyes educativas; reinterpretaron las leyes en términos mucho más ventajosos para la enseñanza concertada.

En tu libro hay 13 entrevistas por medio. ¿Te ayudaron a orientarte? ¿Te estorbaron? ¿Complementaron bien la documentación escrita que encontraste?

Las entrevistas se centran en cargos ministeriales y del PSOE que estuvieron en las negociaciones y en la redacción de las leyes por sus responsabilidades técnicas o de apoyo a los líderes. Estamos hablando de directores generales, asesores, secretarios y funcionarios del Ministerio, así como militantes socialistas del Grupo Federal de Educación, por ejemplo. En este sentido, son personas que conocieron lo que pasaba y que tienen más libertad para hablar que los cargos puramente políticos. Algunas de estas personas nunca habían sido entrevistadas sobre estos hechos y aportan datos de gran relevancia que aclaran pasajes clave de esta historia.

¿El método para casar lo uno y lo otro en qué consistió principalmente?

La fuente más importante para estudiar la historia de la política educativa es la tramitación parlamentaria de las leyes, es decir, su paso por las diferentes comisiones y los debates de los plenos. Ahí queda negro sobre blanco cómo el proyecto de ley va cambiando. La mayoría de las veces los debates parlamentarios explican por qué el proyecto cambia y para qué. Y la prensa de la época, a través de las entrevistas y las declaraciones de los responsables políticos en aquel momento, es de gran utilidad para entender.

A las entrevistas intenté ir con todo leído, a preguntar detalles, a completar huecos para los que no había otras fuentes. Los entrevistados fueron muy sinceros y colaborativos y me proporcionaron datos de mucha utilidad.

¿Cómo te fue el trabajo de investigación en conjunto? ¿Qué dificultades encontraste? ¿Qué fue lo más agradable?

Al no tener beca, y en un principio no haber considerado el quedarme en la universidad, mi trabajo de maestro, pura-mente vocacional, es el que me ha proporcionado felicidad y aprendizajes diarios al estar al pie del cañón, por lo que nunca tuve los condicionantes de tener que publicar un número determinado de artículos al año o hacer papeleos. Así que me dediqué a investigar a mi ritmo, y lo disfruté.

La mayor dificultad fue manejar la cantidad ingente de documentación, sobre todo tratándose de un periodo de 20 años. En este sentido mis directores de tesis, Antonio Viñao y Pedro Luis Moreno, me guiaron con gran pericia.

¿Tuviste que cambiar tu hipótesis inicial?

Más que cambiar la hipótesis inicial lo que hubo que hacer fue concretar lo que se iba a estudiar, proponer algo factible y que a la vez aportase algo nuevo al conocimiento. Por eso fue fundamental contar con una buena dirección de tesis, lo cual ha sido mi suerte. Y es que la política educativa tiene múltiples ramificaciones. Nosotros nos centramos en los niveles obligatorios (primaria y secundaria, dejando fuera la política universitaria), en la actuación del gobierno socialista (aunque teniendo en cuenta cómo fueron reaccionando los otros actores) y en la política respecto a la secularización y la escolarización (es decir, derecho a la educación, financiación de los centros, funciones de cada red de centros, etc.). Es una tesis sobre el nacimiento de la enseñanza concertada, que está mayoritariamente en manos de la Iglesia. Sobre qué es eso y por qué existe.

¿Cuál fue para ti, en la secuencia del trabajo, tu principal descubrimiento?

Lo insaciable que es la Iglesia católica en política educativa, porque entiende lo valiosa que es para cumplir sus fines. Según el Ministro de Educación socialista de entonces, la primera vez que se reunió con los obispos, estos vinieron con unos decretos ya redactados y pretendían que el ministro se los firmara y los promulgara, como había sido habitual hasta entonces. Al principio -me había indicado Antonio Viñao- para tener una medida de lo que la Iglesia quiere, has de observar que ellos piensan que no piden para sí, sino que piden para Dios. A partir de ahí se entienden las exigencias maximalistas de la Iglesia en educación: que aunque sea el Estado quien financie totalmente sus centros, solo ellos decidan sobre su gestión, con la pretensión incluso de elegir quién puede estudiar en esos colegios, y una catequesis integrada en la vida escolar de todos los centros escolares del país, sean públicos o concertados.

¿Cuál es la tesis que al final defiendes?

La política educativa socialista de las décadas de 1980 y 1990 es una continuación de las políticas de los gobiernos tardofranquistas y de la UCD, formaba parte de un proyecto de régimen político. Y todas estas políticas eran la plasmación de unas directrices internacionales; lo fundamental era elevar el capital humano del país para poder integrarlo en Europa. Para ello, en primer lugar había que solucionar la deficiente escolarización, para lo cual a su vez había que pacificar la educación. La LODE aplacó a la Iglesia al consagrarle su principal privilegio en nuestro sistema educativo, es decir, su red escolar, con lo que acabó con la posibilidad de un conflicto grave en política educativa. A partir de entonces, todo han sido guerras culturales sobre la asignatura de Religión y poco más. A su vez, la LODE hizo posible una cierta planificación de los puestos escolares de modo que cada alumno tuviera uno. En el resto de Europa esto se había hecho un siglo antes estatalizando la educación porque habían entendido que solo el Estado era capaz de garantizar el derecho a la educación para todos. Pero en España se hizo de este otro modo, tarde y mal. A partir de aquello se pudieron aumentar los años de escolaridad obligatoria y mejorar la calidad de la enseñanza mediante la LOGSE para intentar alcanzar niveles europeos.

¿En qué momento creíste que tenías la argumentación completa para defenderla?

Cuando me di cuenta de que los gobiernos socialistas siempre anunciaron claramente lo que iban a hacer. Felipe González dijo hace unos pocos años que mucha gente se encandiló con él y luego se quedaron defraudados. Y es verdad. En el libro de 1984 “La reforma de la enseñanza”, del ministro socialista Maravall, queda claro que ellos querían integrar a la enseñanza subvencionada en el sistema educativo, como luego hicieron con la LODE. Y en el “Proyecto 2000” de 1987, el PSOE especificó que los socialistas querían unas tasas de escolarización a niveles europeos, dando igual de quién fueran los centros, sin plantearse cómo se fuera a gestionar la diversidad del alumnado, como luego hicieron con la LOGSE.

¿Qué crees que aportas con esta tesis al conocimiento?

Esta tesis aclara qué es la enseñanza privada concertada. Fue un pacto entre la Iglesia y el Estado en un momento de debilidad del Estado. Para que la Iglesia apoyara la Transición hubo que darle, entre otras cosas, la prebenda de los conciertos. A cambio, supuestamente esa enseñanza privada concertada iba a escolarizar a los alumnos como la pública, es decir, sin discriminar a nadie y gratuitamente. Es evidente que la Iglesia no ha cumplido su parte del pacto.

Todo esto se construyó mediante un Bloque Normativo Constitucional, es decir, mediante un conjunto de artículos constitucionales, pactos internacionales, leyes y jurisprudencia que fue fraguándose a lo largo del tiempo. La Constitución ya era bastante favorable a los intereses de la Iglesia y, junto con los Acuerdos con la Santa Sede, condicionaba mucho las leyes que se podían hacer. Y encima los altos tribunales, con unos jueces muy conservadores, establecieron luego una interpretación de las leyes todavía más beneficiosa para la enseñanza concertada. No basta con modificar una ley para que cambie esta situación, es un complejo entramado que hay que conocer en profundidad.

Al final, en nuestro país la educación queda configurada como un servicio público impropio, como un servicio público de segunda categoría; se supone que es prestado por los centros públicos y los privados concertados, y que ambas redes tienen la misma responsabilidad. Pero lo cierto es que no: la concertada no está legalmente obligada a escolarizar en zonas de difícil cobertura (como el medio rural), y en la práctica consigue evadirse en muchos casos de su obligación legal de escolarizar al alumnado con dificultades o bajo nivel socioeconómico. Con el resultado de que, al final, la red subsidiaria es la pública.

¿Qué te aporta este trabajo a ti personalmente? Independientemente de que en tu CV (currículum vitae) figure ahora esta tesis doctoral con magnífica calificación, ¿en qué aspectos crees que mejora tu capacidad como docente?

Al investigar los debates en torno a las leyes, vi también las posiciones de los responsables de la enseñanza concertada. Mientras exigían cantidades ingentes de dinero público, se resistían a escolarizar a alumnos de niveles socioeconómicos bajos o con dificultades. No querían perder su supuesta excelencia, que era falsa porque la conseguían excluyendo a esos alumnos.

Al final, te das cuenta de que la enseñanza pública es un milagro. Es un milagro que haya un sitio donde todo el mundo es admitido sin distinción, donde la cultura se transmite libre y donde todo el mundo tiene una oportunidad de ser mejor. Esta toma de conciencia creo que me ha hecho ser mejor docente.

¿En qué aspectos crees que la lectura de tu libro cuando salga puede serles de utilidad ahora, en noviembre de 2021?

Según el gobierno socialista que promulgó la LODE hace 36 años y, con ella, los conciertos escolares, estos iban a servir para que la enseñanza privada que se acogiera a ellos (y que hasta entonces venía recibiendo subvenciones sin control) asumiera una mentalidad de servicio público. Supuestamente estos centros privados concertados iban a funcionar como los centros públicos: los profesores y las familias iban a participar en su gestión y no se iba a discriminar a ningún alumno. La realidad es otra; los conciertos no han funcionado. Salvo algunas excepciones, la enseñanza concertada no se comporta como legalmente debe porque no escolariza a los alumnos con dificultades o de nivel socioeconómico bajo que le corresponden, con lo que estos se concentran en los públicos, dificultando atenderles correctamente a todos. El derecho a la educación está en peligro; la enseñanza privada concertada no ha cumplido el pacto de la CE78 y no está contribuyendo a solucionar las dificultadas de la sociedad actual. Quizás va siendo hora de probar otras cosas. Y ya hay una receta que ha funcionado en toda Europa: educación 100% pública.

Por último, en la dedicatoria de tu tesis dices: «A la enseñanza pública, única garante del derecho a la educación». Sin duda es una orientación para el lector, ¿pero es una utopía de futuro?

Comprendo que haya familias que “elijan” la enseñanza concertada basándose en la creencia de que estos centros preservan un entorno social, cultural y económico concreto, al que le son ajenas las situaciones económicas desfavorables, asociadas con frecuencia con falta de cultura y comportamientos sociales inadaptados. Es normal y legítimo que las clases medias, a las que tanto les ha costado conseguir lo que tienen, intenten legar ese nivel social, cultural y económico a sus hijos. Y si entienden que hay colegios problemáticos y pueden evitarlos pagando un poco, pues lo hacen. La culpa no es suya. Los culpables son los políticos que propi-cian este sistema del sálvese quien pueda.

La concertada ofrece un producto por unos pagos asequibles a las clases medias, que legalmente son voluntarios pero en la práctica son obligatorios si se quiere estudiar en esos centros: que tu hijo se relacione únicamente con personas elegidas por tener unas condiciones socioeconómicas parecidas, en la falsa creencia de que esto evitará que esté inmerso en un entorno de aprendizaje de baja calidad. Aunque la educación que se da en esos centros muchas veces deje que desear en cuestiones de “calidad” y de “nivel”, los dos mantras conservadores que nunca tienen en cuenta las condiciones de su profesorado, ni que los procesos de selección para los centros privados y concertados pueden equipararse con los sistemas selectivos por concurso-oposición de la enseñanza pública.

El summum de la falta de libertades en estos centros concertados queda patente en la barrera económica existente para aquellas personas que, al tener un nivel socieconómico bajo, no pueden acceder a ellos por los pagos añadidos que conlleva este modelo de escolarización. Además, existe un gran número de alumnos que alguna vez pisaron la concertada, pero que se vieron en la obligación de abandonar, debido a la falta de medidas inclusivas y de adaptación de los procesos de enseñanza-aprendizaje, para todos aquellos alumnos que mostraban algún tipo de dificultad.
Estos centros actúan así como una forma de evitar el descenso en las estadísticas de resultados académicos y así darse una imagen de “excelencia”. Pero es una imagen falsa, porque al final las mejores notas de Selectividad suelen pertenecer a alumnos procedentes de la enseñanza pública, y de la misma manera se estima que los mejores docentes provienen de la enseñanza pública. Y es lógico: las mejores condiciones laborales están en la pública, por lo que los mejores profesores se esfuerzan a través de un durísimo concurso-oposición por entrar en la pública.
Por último, de todos es sabido que algunas prácticas de la escuela concertada no entran dentro del sistema legal establecido. Pero los padres no las van a denunciar porque con sus hijos no se la juegan y la Administración no suele involucrarse porque muchos políticos tienen lazos con la enseñanza concertada o porque no quieren problemas legales.

Es un sistema hipócrita, antisocial y que baja la calidad de la enseñanza. Y no es una utopía lo contrario: en el resto de Europa casi el 100% de la educación es pública. Sólo así es posible garantizar el derecho a la educación.

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