El marco incomparable del Festival de Teatro Clásico de Almagro acoge durante el mes de julio, desde hace 27 años, el curso que organiza la Unión General de Trabajadores, sector Educación, ahora Servicios Públicos, y hasta hace pocos años Federación de Trabajadores de la Enseñanza (FETE-UGT). Veintisiete años de curso bajo la dirección de Elvira Novell, formando a maestros y a maestras en la importancia que los distintos aspectos que confluyen en el teatro tienen en la educación.
Este año el curso se impartió con el título Historia del teatro en España: La escena como protagonista. Y contó con la presencia de importantes representantes del mundo de la escenografía. Un ámbito de trabajo fascinante cuando tienes la ocasión de acercarte a este de la mano de los mejores escenógrafos del país y de los expertos y de las expertas más importantes de la historia del teatro. En palabras de Elvira Novell, “Almagro es una oportunidad para los y las docentes de sumergirse en el teatro clásico” (revista Innovamos número 14, mayo-junio 2022).
Quiero destacar y hacer mías unas palabras de Elvira Novell en la entrevista ya citada: “el teatro debería ser una parte fundamental de la educación”, y con estas resaltar el valor pedagógico e integrador que tiene el teatro. No es un tema nuevo, pero sí lo deberíamos tener presente a la hora de construir el mejor currículo posible para la educación de los niños, las niñas, los y las adolescentes y jóvenes.
El curso fue inaugurado por Ignacio García, en ese momento director del Festival de Teatro Clásico, con una exposición cuyo título ya por sí era atractivo: “Almagro, el espacio de las palabras”, y destaco de la misma una idea importante que nos hace ver el valor social y democrático del teatro, posteriormente me detendré en la importancia social y pedagógica. El Siglo de Oro, nos explicaba el director del Festival, es el momento en que la ciudadanía toma la palabra en los gustos teatrales. ¿Qué significa este momento? El corral de comedia se convierte en un lugar de encuentro de las clases y de los géneros. Es decir, en un fenómeno sociológico y democrático en una época donde lo que se decía en el corral de comedia no se podía decir en la calle. El teatro como altavoz de los anhelos del pueblo y como elemento de integración social. La palabra como camino hacia la utopía. El teatro como espacio de transformación social.
El valor social del teatro es innegable. La escena y su entorno no deja de proyectar un marco de convivencia de gran importancia, y este hecho cultural tiene una capacidad de transformación insuperable. Se preguntaba Ignacio García “¿cuánto vale un modelo cultural de convivencia y civismo?”
Para el sistema educativo es un modelo impagable. El valor pedagógico e integrador del teatro está aún por experimentar en las escuelas e institutos. No se trata de crear una asignatura de teatro, con un currículo sobrecargado de asignaturas, en un país donde cada materia de conocimiento es la más importante para el colectivo corporativo que la defiende, sino de transversalizar y visibilizar el teatro desde distintas esferas que terminan siendo complementarias. El teatro trasladado a la práctica docente en asignaturas como la Música, la Filosofía, la Historia, la Historia del Arte, la Lengua y la Literatura. La teatralización como metodología. Como una manera práctica y sencilla de acercar a las personas al conocimiento. En este sentido, es interesante el libro de José María Callejas, “El teatro Educa: experiencias didácticas en filosofía” de la editorial Narcea. El teatro cuyos elementos fundamentales son la palabra y el diálogo es un camino idóneo para la educación, como actividad complementaria ha demostrado su capacidad para integrar a niños, niñas, adolescentes y jóvenes a la educación y a la sociedad. Sobre este tema también hay importantes experiencias tanto nacionales como internacionales.
Luis María Cifuentes, catedrático de Filosofía de instituto, en su libro “¿Por qué soy laicista? Una autobiografía incompleta. Razones y emociones para una ética laica”, editorial Círculo Rojo nos cuenta cómo “la teatralización tan sugerente que el cristianismo siempre ha hecho de sus héroes, de sus santos y santas me sedujo de tal manera que desde entonces el teatro ha sido una de mis pasiones favoritas y por eso lo he trasladado en muchas ocasiones a mi práctica docente en los institutos a lo largo de cuarenta años”. Y continúa, “el diálogo socrático como interlocución dialogada, es un método adecuado para enseñar filosofía”.
Tan innegable es el valor pedagógico y la función social del teatro como las palabras con las que Elvira Novell termina su entrevista en la revista Innovamos, ya citada: “no se ama lo que no se conoce y se vive…para contagiar el amor por el teatro hay que estar previamente contagiado y fascinado”. Esto solo se conseguirá con iniciativas cuya finalidad sea acercar el teatro a las escuelas e institutos. No cabe duda de que el curso de UGT Servicios Públicos enseñanza es una aportación fundamental con 27 años de historia. Una actividad que siendo Historia es futuro por el valor pedagógico y social del teatro.
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