Nada de lo que aquel grupo de personas que, en 1955, con la Conferencia de Mesina, querían para una Europa más próspera, pacífica y unida, tiene sentido –ni Plan Schuman, ni Tratado de Roma, ni de Lisboa, ni cualquier otro acuerdo de integración o ampliación– si no se asume la Carta Social Europea en su plenitud. Una Unión Europea basada en los derechos humanos, con energía y motivación como si fueran carbón y acero de entonces.
Y sería impensable en una Unión Europea, basada en los derechos humanos, que una fiscalía, de cualquier Estado miembro, acusara de tráfico de personas a unos bomberos que estaban rescatando vidas en el mar Egeo o que inmovilizaran un barco de una organización no gubernamental dedicado al rescate de migrantes en el Mediterráneo, como el de Proactiva Open Arms, acusándoles de asociación delictiva y tráfico ilegal de personas al haber recogido a 218 náufragos en aguas internacionales y negarse a entregarlos a los guardacostas libios. Y con mucha razón, pues sabemos las torturas y violaciones que sufren las personas atrapadas en Libia y que el Comité Internacional de la Cruz Roja se encarga de repatriar a sus países de origen.
Creíamos que era verdad lo que nos contaba en 2015 Federica Mogherini con la Nueva Agenda Europea sobre Migración, cuya prioridad, decía, era dar respuesta al sufrimiento y pérdida de vidas y basar toda respuesta a los flujos migratorios en la solidaridad de los estados miembros. Y en realidad lo que hay es una prioridad para una política de control de fronteras y una llamada cooperación con terceros países, desvirtuando la concepción moral de la cooperación que, lejos de atajar las causas que generan los desplazamientos de población, su sufrimiento y miseria, se encarguen de que no puedan salir nunca más de allí.
Cerrar fronteras es fomentar el crecimiento del tráfico ilegal de personas. La ruta del mediterráneo central se ha convertido en la más peligrosa del mundo, donde más personas mueren. Si no ofrecemos vías legales y seguras, si no es suficiente el rescate y salvamento ofrecido, y si no funciona la reubicación ni el reasentamiento, ¿no estamos siendo cómplices de esas muertes? ¿Acaso alguien puede decir que estamos haciendo todo lo que está en nuestras manos? Si nada de lo humano nos es ajeno, ni siquiera de lo animal, ni de lo mineral… ni incluso del espacio exterior, ¿no somos responsables de lo que les está pasando a estos seres humanos?
Y pensamos que tras la Declaración de Nueva York, con 193 Estados comprometiéndose a alcanzar en 2018 un pacto, eso sí no vinculante, contaríamos con directrices comunes para la gestión humanitaria de movimientos migratorios y de refugiados, quedaría algo de carbón y acero que motivara a nuestros gobernantes. Una declaración con planes concretos para consolidar esos compromisos consensuados, como un pacto mundial para una migración segura, regular y ordenada en 2018, y sobre refugiados, para lograr un reparto más equitativo de la carga y la responsabilidad de acoger y dar apoyo a los refugiados del mundo, y especialmente unas directrices sobre el trato de los migrantes en situaciones de vulnerabilidad, por el creciente número de niños no acompañados en tránsito.
Donald Trump, ya sacó, el pasado diciembre, de esta idea humanizante para los gobiernos deshumanizados del mundo a Estados Unidos. Ya ha transgredido con Jerusalén toda esperanza. Y la ultraderecha, campando a sus anchas en Europa, en Polonia, Holanda, Austria, Hungría…, ahora también en Italia. ¡Esta no es ni la Europa ni el mundo que queremos construir!
Compromisos recogidos en la Declaración de Nueva York |
• Proteger los derechos humanos de todos los refugiados y migrantes, independientemente de su condición. Esto incluye los derechos de las mujeres y las niñas, así como promover su participación plena, fructífera e igualitaria en la búsqueda de soluciones.
• Asegurar que todos los niños refugiados y migrantes estén estudiando en un plazo de unos meses después de su llegada. • Prevenir la violencia sexual y por razón de género, y responder ante ella. • Prestar apoyo a los países que rescaten, reciban y acojan a un gran número de refugiados y migrantes. • Trabajar para poner fin a la práctica de detener a los niños a los efectos de determinar su estatus migratorio. • Condenar enérgicamente la xenofobia contra los refugiados y los migrantes, y respaldar una campaña mundial para combatirla. • Reforzar la contribución positiva de los migrantes al desarrollo económico y social de los países de acogida. • Mejorar la prestación de asistencia humanitaria y para el desarrollo en los países más afectados, en particular mediante modalidades innovadoras de soluciones financieras multilaterales, con el objetivo de subsanar todos los déficits de financiación. • Aplicar una respuesta integral para los refugiados, sobre la base de un nuevo marco que establezca la responsabilidad de los Estados Miembros, los asociados de la sociedad civil y el sistema de las Naciones Unidas, cuando se produzca un gran desplazamiento de refugiados o exista una situación prolongada de refugiados . • Encontrar nuevas viviendas para todos los refugiados que la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados haya considerado que necesitan reasentamiento; y ampliar las oportunidades de los refugiados para reasentarse en otros países mediante, por ejemplo, planes de movilidad de la mano de obra o programas educativos. • Fortalecer la gobernanza mundial de la migración incorporando a la Organización Internacional para las Migraciones en el sistema de las Naciones Unidas. |
Fuentes:
http://www.acnur.es/PDF/declaracindenuevayork_20161201163917.pdf
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