El bombardeo de imágenes de familias enteras arribando a las costas europeas en endebles chalecos salvavidas y el uso mediático de palabras como “avalancha” para referirse a los desplazamientos forzados de personas, desvía la atención de un dato: el 89% de los refugiados del planeta son acogidos por países pobres, dice el informe Desplazados a la Fuerza, del Banco Mundial. En la actualidad, hay 4.815.868 refugiados sirios en sus países vecinos, según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). Solo El Líbano, un país con menos habitantes que la Comunidad de Madrid –algo más de 4 millones en 2010–, ha recibido a 1,1 millones de refugiados de Siria.
El mundo asiste a lo que Naciones Unidas define como “la peor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial”. En 2015, de media, cada minuto 24 personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares, sostiene el informe Tendencias Globales de Acnur, que estima que, por primera vez, la cifra de desplazados forzosos supera los 60 millones de personas.
Proporcionar educación a los niños que han huido de un conflicto es clave para garantizarles un futuro. Save the Children calcula que, en todo el mundo, al menos 3,5 millones de niños refugiados están fuera de la escuela. Los que consiguen estudiar deben superar grandes retos. Son niños con equipaje de adulto: a veces desconocen el idioma del país receptor, padecen traumas y, en muchos casos, son huérfanos.
Ante esto, Unicef, Acnur y el Departamento para el Desarrollo Internacional (DFID) se han unido para crear lo que denominan el primer “acelerador de educación humanitaria” (http://hea.globalinnovationexchange.org/accelerate), una iniciativa para descubrir proyectos educativos pilotos que ya están en marcha con refugiados y transformarlos en iniciativas escalables a otras comunidades de desplazados.
Los proyectos seleccionados se beneficiarán de orientación para aplicar sus medidas en otros lugares; formación anual, para fortalecer su capacidad organizativa; evaluación externa y una dotación de hasta 300.000 libras (unos 352.000 euros), detallan en su web. En 2016, de 72 candidatos, fueron seleccionadas tres iniciativas en Kenia, Sudán y Ruanda.
Proyectos
Estudiar en EEUU desde Ruanda
Internet rompe fronteras. Al menos en el caso de los jóvenes del campo de refugiados de Kiziba, al oeste de Ruanda, que estudian un grado en la Universidad del Sudeste de Nueva Hampshire, gracias al proyecto Kepler Kiziba. Se trata de un acuerdo entre esta institución y el campo de refugiados, y que, con solo un ordenador y acceso a Internet, permite a sus estudiantes obtener un título universitario reconocido en Estados Unidos sin pisar América.
Abel, uno de los futuros graduados del proyecto, cuenta, en el blog de la organización, que cuando llegó al campo de refugiados “ni sabía encender un ordenador ni era muy bueno con el inglés”. Ahora espera graduarse en la Universidad y conseguir un trabajo. La barrera sigue siendo la infraestructura. Como dificultades, este estudiante destaca los problemas con la batería: “Utilizamos un sistema de energía solar que no funciona bien durante la temporada de lluvias y después de dos horas, el portátil empieza a dar problemas”.
Clases de recuperación para niñas refugiadas en Kenia
Más de la mitad de los 61 millones de niños en edad de cursar Primaria (6 a 11 años) y de los 60 millones en edad de Secundaria (12 a 14 años) que están fuera de la escuela, son mujeres. No todas llegan al campo de refugiados con el mismo nivel educativo. El proyecto Kenya Equity in Education (Kenia, equidad en educación), o KEEP, ofrece clases de recuperación para las niñas refugiadas en riesgo de abandonar la escuela. Ha sido creado por el World University Service of Canada, una ONG de desarrollo internacional, en asociación con el Windle Trust Kenya (WTK), una organización de Kenia que trabaja con refugiados de otras partes de África.
El programa se ha puesto en marcha por primera vez en el campamento de refugiados de Kakuma en Kenia. Najwa, del sur de Sudán, es una de las estudiantes del proyecto. Fue separada de su madre durante la guerra y llegó al campo de refugiados sin ninguna educación previa. Agradece que los profesores se centren en cada una de las estudiantes.
Son soluciones temporales para las víctimas de los conflictos de otros.
Matemáticas en la tablet en Sudán
En todo el mundo, más de 30 millones de niños no tienen acceso a la educación a causa de los conflictos. Para algunos de estos, la guerra en sus propios países ha destruido el sistema educativo. El proyecto Can’t wait to learn (No puedes esperar a aprender) de la organización War Child Holland propone juegos didácticos en la tablet para que los niños aprendan en su propia comunidad, “incluso cuando no hay maestros”, puntualizan en la web. La iniciativa se ha probado con Matemáticas en la tablet con niños de Primaria, en Sudán. Los juegos personalizados se basan en el currículo de Matemáticas de Primaria del país. Esperan adaptarla para ponerla en marcha ahora con niños sirios.
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