“El odio que suscitó la República española en los millonarios, duques, cardenales, play-boys, y gente por el estilo, sería lo suficiente para orientarle a uno”
George Orwell. Mirando hacia atrás a la guerra civil española. Otoño de 1942
Durante los años en los que trabajé como profesor de filosofía en algunos institutos públicos de enseñanza secundaria en Madrid cada profesor se limitaba a impartir sus clases a los estudiantes de los grupos que le correspondían. En términos generales las clases de cada asignatura se desarrollaban al margen del resto de las asignaturas. No había reuniones entre los profesores de un mismo curso ni para programar ni para evaluar las materias. Únicamente en una ocasión, en el Instituto Virgen del Cortijo de Madrid, que poco después se pasó a denominar Instituto Ramón y Cajal, Encarnita, la catedrática de literatura con quien tenía una buena relación pues solíamos coincidir en algunas horas libres en la sala de profesores, me propuso que impartiese una clase a sus estudiantes de lengua y literatura sobre Arturo Schopenhauer. Estaban leyendo y comentando El árbol de la ciencia de Pío Baroja y, como es bien sabido, Don Pío era un ferviente admirador de don Arturo. Me pareció una idea estupenda, aunque, para ser sinceros, yo ya ni recordaba la novela de Baroja, ni había estudiado muy bien la filosofía de Schopenhauer, eclipsado por la figura de Nietzsche.
La experiencia salió bien. Encarnita estuvo brillante en sus anotaciones y comentarios. Y, a diferencia de Don Pío, considerábamos que la España negra, anclada en las supersticiones y la intolerancia, había quedado atrás, pues avanzábamos hacia la democracia y la Unión Europea. Sin embargo, apenas unas semanas más tarde, el diagnóstico de Baroja sobre España nos sacó de golpe —nunca mejor dicho— de nuestro error, pues estaba a punto de producirse la ocupación del Congreso de los diputados, sede de la soberanía nacional, por las tropas al mando del teniente coronel Antonio Tejero.
El solipsismo individualista en cuestión
En nuestro país los profesores de diferentes áreas de conocimiento no se suelen reunir. Cada profesor se refugia en una especie de anarquismo barojiano. La lógica institucional impone clases separadas, programas separados, sistemas pedagógicos individualizados… A los docentes nos aísla un miedo cerril a que se ponga de manifiesto nuestra ignorancia ante el resto de los colegas. En los centros de enseñanza sigue pesando la pedagogía jesuítica de la Contrarreforma: es preciso proteger a los estudiantes de los peligros del mundo, infantilizarlos, convertirlos en rehenes de un currículo impuesto y encorsetado. Las inercias del pasado nos impiden desarrollar la imaginación pedagógica, transmitir pasión por el conocimiento, compartir experiencias nuevas, acompañar a los estudiantes en su proceso de descubrimiento, ser no solo sensibles a sus sueños, sino también ayudarlos a soñar.
Una propuesta transdisciplinar
Muchas obras literarias forman parte activa del patrimonio de la humanidad. Contamos con obras de ficción que son lentes potentes que hace visibles dimensiones ocultas de las sociedades. En un libro titulado Sociología y literatura, dos observatorios de la vida social he tratado de mostrar que algunas novelas van más allá en sus análisis que los estudios sociológicos. En todo caso existen obras literarias que no sólo nos conmueven por su belleza, son también una fuente importante de información y de conocimiento que tienden a ser relegadas u olvidadas en nuestro sistema de enseñanza. Propongo a continuación algunas obras que quizás podrían servir para articular un trabajo interdisciplinar o transdisciplinar en los centros de enseñanza secundaria.
Hay al menos dos registros en los que la literatura hispana brilla con luz propia: la novela picaresca y las novelas del dictador. Las dos obras más destacadas en ambos géneros son El Lazarillo de Tormes y Tirano Banderas.
La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades es una novela anónima que inaugura un nuevo género literario en el siglo XVI porque anuncia también una nueva forma de mirar el mundo desde la perspectiva de la gente sin condición que malvivía en los márgenes de la sociedad. La tesis que he desarrollado en otro lugar es que nos encontramos ante un texto moderno que pone de manifiesto la crisis del sistema estamental provocada por el incipiente capitalismo de acumulación, que se produjo en España con la exploración y conquista de América. El Lazarillo refleja también las fuertes polémicas planteadas en el siglo XVI sobre la pobreza, un debate intelectual y político que alcanzó una especial virulencia a partir de las leyes de pobres de 1540.
Tirano Banderas, la novela de Ramón del Valle-Inclán, escrita tras la revolución mexicana y la revolución rusa, es una obra de orfebrería llena de matices en la que se denuncia de forma diáfana la tiranía de los tiranos. Valle se adentra en las raíces de un mal endémico en los países hispanos, un mal que es preciso analizar y diagnosticar, pues cuenta con hondas raíces. Tirano Banderas se publicó en 1926, y se escribió a la sombra de la dictadura del general D. Miguel Primo de Rivera, cuando Valle redactaba a la vez La corte de los milagros.
Entre las novelas del dictador otra obra importante es El Señor Presidente, del escritor guatemalteco, y premio Nobel de literatura, Miguel Ángel Asturias. En ella los acontecimientos se suceden lentamente, abrazados por yedras y plantas trepadoras tropicales. Instituciones venerables son cuidadosamente diseccionadas. Sólo los indios permanecen perdidos en los laberintos de la memoria, y miran al horizonte, por donde algún día aparecerá envuelta en llamas, y entre corceles blancos, una figura a la vez divina y monstruosa que helará la sangre de los gachupines.
Desarrollar la imaginación pedagógica
Merece la pena que profesores de diferentes áreas de conocimiento, especialmente de materias relacionadas con las ciencias sociales, como la literatura, la filosofía, la geografía, la historia, el arte…, se decidan a trabajar en cooperación con otros profesores y estudiantes en torno obras literarias como las mencionadas, para poner de manifiesto determinadas zonas de sombra de nuestras sociedades complejas.
Un acontecimiento que marcó el siglo XX fue la Revolución rusa, pues de ella se derivaron enormes repercusiones sociales y políticas en todo el mundo. Para comprender este siglo podría ser útil, por ejemplo, trabajar de forma transdisciplinar sobre una novela emocionante y polémica a la vez, la novelita del escritor inglés Georges Orwell publicada en 1945 y titulada Rebelión en la granja, (Animal Farm). Orwell no solo avanza en esta obra una crítica feroz del estalinismo, anuncia también el equilibrio del terror de la guerra fría que, tras la segunda guerra mundial, marcó durante decenios la geopolítica mundial. A partir de la lectura detenida de esta novela estudiantes y profesores podrían realizar debates, proyecciones de películas, recurrir a documentales, promover ciclos de conferencias, o realizar exposiciones en los centros. Toda una serie de temas conexos, como los procesos de Moscú, el Gulag, el análisis comparativo de las dictaduras y las democracias, podrían ser abordados. Los estudiantes, al mismo tiempo que amplían sus conocimientos, se socializan en un pensamiento anti-autoritario, libertario, y lo que es más importante aún, en una ética de la solidaridad que los acompañará durante sus vidas.
Las obras literarias nos trasmiten, en ocasiones de forma muy intensa, una experiencia que va mucho más allá de los conocimientos librescos que hay que estudiar para un examen. En el librito de Orwell nos acercamos, en compañía de animales domésticos explotados, a la grandes experiencias de la libertad y del poder. Y es que el sistema educativo no solo tiene por función ampliar los conocimientos de los estudiantes, sino también contribuir a la formación de ciudadanas y ciudadanos, socializándolos en los valores propios de una sociedad democrática, una sociedad de semejantes en la que, como sostenían los creadores del derecho de gentes, nacemos libres, iguales y no sometidos a ninguna servidumbre.
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