La educación en la agenda humanitaria

Considerando algunos de los problemas más acuciantes que padece la educación en estos tiempos de crisis: con más de 75 millones de niños y niñas entre 3 y 18 años que no tienen acceso a la educación debido a catástrofes provocadas por crisis y conflictos; con más de la mitad de los niños y niñas de Siria refugiados en países vecinos que no asisten a la escuela; con la estimación, según el Overseas Development Institute (ODI), de al menos 8.500 millones de dólares para cubrir las carencias educativas y escolarizar a esos 75 millones de niños y niñas que no van a la escuela; y con solo el 2% de los recursos dirigidos a ayuda humanitaria invertidos en educación en los últimos diez años, Naciones Unidas elaboró una Agenda para la Humanidad, con cinco responsabilidades básicas:

  1. Ejercer el liderazgo político para prevenir y poner fin a los conflictos.
  2. Defender las normas que protegen a la humanidad.
  3. No dejar a nadie atrás.
  4. Cambiar la vida de las personas, desde proporcionar ayuda hasta poner fin a la necesidad.
  5. Invertir en la Humanidad.

En Estambul, en mayo de 2016, la primera Cumbre Mundial Humanitaria convocada para buscar la manera de revertir la tendencia al aumento de las necesidades humanitarias y mejorar la eficacia del sistema de ayuda internacional, asumía una dimensión educativa. Se incluía por vez primera en la agenda humanitaria a la educación, como un componente integral, junto a la asistencia en agua y saneamiento, salud, nutrición, refugio y protección.

La Cumbre aprobó un fondo específico para educación en situaciones de emergencia: La educación no puede esperar, buscando proporcionar educación de calidad en los próximos cinco años para 13,6 millones de niños, niñas y jóvenes en situaciones de emergencia, crisis prolongadas, desastres naturales y brotes de enfermedades.

Hoy en día, uno de cada cuatro niños del mundo en edad de ir a la escuela, casi 500 millones, viven en países afectados por alguna crisis. Unos 75 millones de estos niños, niñas y jóvenes, o bien no están recibiendo una educación, o bien reciben una enseñanza de baja calidad o están simplemente en riesgo de abandonar la escuela.

De la ayuda humanitaria, menos de un 2% se destina a financiar la educación. La educación no puede esperar, con una meta de financiación de 3.850 millones de dólares en cinco años, tiene como objetivo cerrar la brecha entre las intervenciones humanitarias en situaciones de crisis y el desarrollo posterior a largo plazo por medio de una financiación previsible.

Hay una necesidad urgente de garantizar que no se niegue la educación a los niños y niñas que se ven obligados a buscar refugio. La educación le da significado a la vida de los jóvenes y esperanza para el futuro. Ellos y ellas serán quienes lideren y desarrollen las habilidades vitales necesarias para reconstruir sus vidas y sus comunidades. En los debates se resaltaban aportaciones clave: “sin educación, ¿cómo podrán estos niños y niñas adquirir los conocimientos y aptitudes necesarias para trazar su propio futuro y aportar algún día su ayuda en la construcción de un futuro más pacífico y estable para sus sociedades?, ¿Y cómo podremos alcanzar nuestras metas de desarrollo para la educación si no nos centramos en los niños y niñas atrapados en situaciones de emergencia humanitaria, que representan casi la mitad de todos los niños y niñas que están hoy sin escolarizar?”.

Justine Greening, secretaria para el Desarrollo Internacional del Reino Unido decía que, actualmente, 37 millones de los niños y niñas que viven en situaciones de conflicto o de crisis se encuentran fuera de la escuela. Una generación de jóvenes están siendo privados de una educación, privados también de su futuro, y esto no es una base para un futuro pacífico y estable. Su educación no puede esperar, ni tampoco debe esperar nuestro apoyo.

Durante la Cumbre, los dirigentes prometieron, además, promover la aplicación de las Directrices para Prevenir el Uso Militar de Escuelas y Universidades durante Conflictos Armados, así como de la Declaración sobre Escuelas Seguras, donde se recoge que, en muchos países, los conflictos armados siguen destruyendo no solo la infraestructura escolar, sino también las esperanzas y aspiraciones de toda una generación infantil. En todo el mundo se han bombardeado e incendiado escuelas y universidades, y los niños, niñas, estudiantes, investigadores, profesoras y profesores han sido víctimas de asesinatos, mutilaciones, secuestros o detenciones arbitrarias.

Los ataques a las escuelas y universidades han sido utilizados para promover la intolerancia y la exclusión. Sin embargo, la educación, tal como recoge la Declaración sobre Escuelas Seguras, puede ayudar a proteger a los niños, niñas y jóvenes de la muerte, las lesiones y la explotación; aliviar el impacto psicológico de los conflictos armados por ofrecer rutinas y estabilidad; y, también, proporcionar enlaces con otros servicios de importancia vital. Una educación sensible al conflicto persigue hacer una aportación a la paz. La educación es fundamental para el desarrollo y pleno disfrute de los derechos humanos y las libertades fundamentales.

Tras un año casi de la celebración de esta Cumbre, falta todavía por ver cómo esos 9.000 participantes de 173 Estados y los 55 jefes de Estado y de Gobierno asistentes conviertan, tras sus compromisos, la Agenda para la Humanidad en un instrumento de transformación mundial, según el llamamiento del secretario general de Naciones Unidas.

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