“Aquí está el punto. Por mi parte estoy plenamente convencido de que nuestro
viaje no tendrá fin. Nosotros no dejamos nunca de sentir aquel poder de atracción;
él no cambiará nunca. Y nosotros nos sentiremos siempre llamados, con palabras
y con señas, a avanzar hacia adelante.”
Edward Gordon Craig
El teatro es un arte milenario. Forma parte de una expresión cultural que ha sobrevivido al paso del tiempo, transmitiendo historias, emociones y reflexiones a lo largo de generaciones. En nuestros días tenemos frente a nosotros, al instante, de manera virtual, toda la información inimaginable. El mundo entero en una pantalla. Pero lo importante del acceso a los datos es saber utilizarlos, razonar frente a ellos; de lo contrario, se convierten en ruido, en barullo en la mente. La práctica teatral nos pone en contacto
con el yo interior, es voz y gesto en la escena. Los datos obtenidos nos sirven para configurar personajes y situaciones. Se presenta como un reflejo de la sociedad en la que se desarrolla, mostrando conflictos, valores, tradiciones y visiones del mundo. El pensamiento se construye como una reflexión colectiva. Tanto en la escena como en el patio de butacas. En el teatro encontramos un espacio donde la creatividad se fusiona con la interpretación para crear mundos imaginarios que nos hacen reflexionar sobre nuestra realidad.
Una de las funciones fundamentales del teatro es criticar y reflexionar sobre la sociedad y las relaciones de las personas. A través de las obras teatrales, se pueden exponer y cuestionar las injusticias, las desigualdades y los conflictos que han preocupado a los seres humanos desde la antigüedad. El teatro
nos invita a mirar de forma crítica y profunda nuestro entorno, generando un espacio para el debate y la reflexión sobre temas relevantes para la cultura y la sociedad. En lo que se refiere al teatro se intensifican estas cualidades. Así pues debemos desarrollar la capacidad de concentración, la memoria, el concepto de trabajo en colectividad, es imprescindible saber reaccionar con los demás y desarrollar la capacidad de trabajo en grupo, y debemos, por encima de todo, conocer y diferenciar las
emociones. Como decía Arthur Miller, «El teatro no puede desaparecer por- que es el único arte donde la humanidad se enfrenta a sí misma».
Las técnicas teatrales deben entrar a formar parte de todos los procesos educativos. No entiendo en estos momentos la comprensión de cualquiera de las artes sin trabajar el sentimiento interior que genera la palabra, el gesto, el color, el sonido… Eso solo se logra haciendo verbo, palabra, el pensamiento y subirlo a escena. Allí, en el espacio mágico generamos generaciones de estudiantes, desde infantil al bachillerato, capaces de debatir, de utilizar la información para hacerla suya, para razonarla. El teatro convertido en conflicto verdaderamente humano es un camino para lograr este objetivo.
No somos sólo un intelecto o un cuerpo con reacciones lógicas o físicas. Sensaciones, emociones, sentimientos son la materia prima de la composición artística y deben ser la base de su comprensión en las primeras etapas de la enseñanza.
Así debemos tener en cuenta que el Teatro es juego. Desde pequeños somos capaces de adquirir roles diferentes, de inventar juegos que desarrollen nuestra capacidad de interpretación. Aunque también debemos pensar que nos enfrentamos a unas generaciones en las que ha variado el concepto de juego. Hace unos años, el juego era corpóreo, en nuestros días el juego es quietud frente a una pantalla y unos dedos que con destreza de hechiceras bailan sobre un teclado. El teatro ofrece un juego de expresión con el cuerpo y los sentidos, donde las capacidades humanas se desarrollan íntegramente. Ya en La Celestina, Fernando de Rojas decía: «Es un fuego escondido, una agradable llaga, un sabroso veneno, una dulce amargura, una deleitable dolencia, un alegre tormento, una dulce y
fiera herida, una blanda muerte».
Teatro, por otra parte, es expresión de sentimientos que emanan del lenguaje escrito y se convierten en una voz con esquinas. Es también expresión con el cuerpo, creación de un lenguaje con nuestras manos, nuestros pies, ojos, boca… Todo el cuerpo habla con sus propias normas y códigos.
Es lenguaje también de la música, de los colores y las formas, del decorado y vestuario, de las luces que crean sensaciones e imágenes en el aire. En El vergonzoso en palacio, su autor, Tirso de Molina, nos adentra, como si fuese un juego en los códigos verbales y no verbales del arte escénico: “La música, ¿no recrea / el oído, y el discreto / no gusta allí del concepto / y la traza que desea? / Para el alegre, ¿no hay risa? / Para el triste, ¿no hay tristeza? / Para el agudo, aguza. / Allí el necio, ¿no se avisa? / El ignorante ¿no sabe? / ¿No hay guerra para el valiente, / consejos para el prudente, / y autoridad para el grave?”
El Teatro nos conduce al mundo de la cultura. Las tradiciones de cualquier país, región o comunidad se
pueden encontrar en las manifestaciones teatrales que transmiten a la largo de los siglos valores, costumbres y ritos que nos acercan a conocer mejor al ser humano.
No olvidemos otra de las características que hacen que el teatro sea una de las armas o herramientas imprescindibles en el desarrollo de las personas. El teatro es comunicación. En un mundo que, por momentos, se aísla en las redes sociales y en la virtualidad, el contacto directo, totalmente humano es
imprescindible. Sin un público no podemos hacer la función teatral. Por ello es necesario educar y crear el concepto de espectador que sepa descodificar el signo dramático. Por ello son muy necesarias las “escuelas de espectadores” donde se dé importancia al receptor o receptora de la función y se propicie el debate, la tertulia, después de la función. Ese es otro aspecto en el que habría que profundizar en la enseñanza, pues no se trata solamente de hacer juego teatral o escenificación con el alumnado sino aprender a ser espectadores, a saber recibir el producto artístico y digerirlo. El teatro, como el libro, está asumido, cuando se habla de él. Cuando se convierte en pensamiento al aire, propio, sentido, asumido, reflexionado. Con el alumnado es preciso saber crear un público. Pero un público vivo, comprometido y arriesgado. Lorca en su obra vanguardista El público, decía en la voz del Director: “Es rompiendo todas las puertas el único modo que tiene el drama de justificarse, viendo por sus propios ojos que la ley
es un muro que se disuelve en la más pequeña gota de sangre. Me repugna el moribundo que dibuja con el dedo una puerta sobre la pared y se duerme tranquilo. El verdadero drama es un circo de arcos donde el aire y la luna y las criaturas entran y salen sin tener un sitio donde descansar. Aquí está usted pisando un teatro donde se han dado dramas auténticos y donde se ha sostenido un verdadero combate que ha costado la vida a todos los intérpretes. (Llora.)”
La preparación del estudiantado como público verdadero, como espectadores capaces de sentir y de debatir, es mucho más necesaria en una sociedad en la que apenas hay tradición teatral infantil y juvenil estable y en la que no se ha desarrollado una programación que llegue a todas los públicos y rincones del Estado. El teatro infantil o dedicado a los niños y jóvenes es una incipiente y tímida propuesta, sin la seguridad y la estabilidad que debería tener un teatro permanente para niños, como sería lógico en una sociedad desarrollada.
Podemos concluir que el teatro es también liberación, tanto individual, como colectiva. En este arte se produce la magia de la transformación, tanto del actor como del público. La catarsis entre escenario y patio de butacas sucede a pesar de que todos sepan que lo que allí sucede es una ficción. Es una realidad inventada. Antonin Artaud nos anunciaba en la onírica pieza Ya no hay firmamento: «No somos libres. Y el cielo puede caernos sobre la cabeza. Y el teatro está hecho para enseñarnos eso.»
En la era de internet en la que vivimos es necesario incorporar con respeto y sabiduría el teatro como arte y como recurso en las aulas. Un sistema educativo debe estar al servicio de las necesidades de una sociedad y del ser humano. Como decía Lorca hablando de un pueblo o nación, lo podríamos decir del sistema educativo. “Un pueblo que no ayuda y no fomenta su teatro, si no está muerto, está moribundo”.
Los adultos, los especialistas y los gobernantes deben garantizar que el sistema educativo sea una respuesta a las necesidades de los estudiantes. «Nadie es tan joven que no se pueda morir mañana, ni tan viejo que no pueda vivir un día más», apuntaba en La Celestina Fernando de Rojas.
Barba, Eugenio y Savareses, Nicolás (1988). Anatomía del actor. Diccionario de antropologíateatral, Gaceta S.A. México.
Sampedro, Luis (2021). Manual de teatro para niñas, niños y jóvenes de la era de Internet,
Alba, Barcelona.
Artaud, Antonin (1972). Tres piezas cortas, Ed. Fundamentos, Madrid.
García Lorca, Federico (1974.) Obra completa II, Aguilar, Madrid.
Rojas, Fernando de( 2005). La Celestina, Cátedra, Madrid.
Tirso de Molina (2012). El vergonzoso en palacio, Galaxia Gutemberg, Barcelona.
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