La relación de la literatura con la sociedad de la que nace es mucho más básica de lo que se supone. No solo influye en los intelectuales o, en general, en cuantos leen, sino en todo el pueblo que, a lo mejor, nunca la tiene como opción cultural o de simple entretenimiento, pero cuyos logros le llegan por diferentes ámbitos de su vida: la escuela, la radio, la televisión, el cine, el teatro, los dichos, las referencias populares, etc. La literatura es el arte más conectado con todas las capas sociales, pues habla de todos y de cada uno, su impacto en las distintas clases es evidente. ¿Quién no conoce en España al Quijote, a Sancho, al Lazarillo, a Don Juan…? Pueblo y literatura se retroalimentan: ella plasma sus aspiraciones y desengaños, sus logros y sus fracasos, las traiciones ejercidas o recibidas, los amores, las infidelidades tanto de nobles o ricos como de siervos o proletarios…
La literatura aporta, en muchos casos mejor que la filosofía, cuyas teorías no llegan a las capas populares, la razón de la condición humana, mostrando lo individual de manera arquetípica, como espejo de lo que vamos siendo o dejando de ser, es decir, la complejidad de la vida en su devenir personal y grupal. La literatura es una filosofía encarnada en diferentes personajes a lo largo del tiempo, marca estancamientos o evoluciones, los cambios de rumbo, objetivos y subjetivos, algo evidente en novelas y obras teatrales o en las producciones cinematográficas.
A veces la literatura vislumbra, incluso sin saberlo, peligros o cambios históricos profundos que están por llegar. Los autores, seguramente sin darse cuenta, daban detalles de los abandonos éticos, los peligros consumistas, la tiranía de los medios, el abandono del pueblo por sus políticos… En esto, el final del siglo XX fue un laboratorio de lujo extremo ante la pobreza que se acercaba, de libertinaje ante la esclavitud del comunismo tan bendecido por prestigiosos creadores, del nazismo de las razas puras, después todo devenido en derrotas, para las que hasta la ciencia aportó su grano de arena.
Por lo general, en el quehacer literario ni siquiera cabe la excusa de que lo expuesto sea metafórico, difícil de descifrar; de hecho, muchos de los que callan la interpretan a la perfección, pero prefieren seguir chupando de cualquier teta. ¿De qué vale la autenticidad en un mundo que no la aprovecha? Y, sin embargo, ¿cuánta gente a lo largo de la historia ha muerto y hasta ha sido quemada por no desdecirse de sus verdades? Y eso que el XX fue el siglo del psicoanálisis y los arquetipos. Antes el humano reflexionaba, se tomaba su tiempo, vivía consigo mismo; ahora la velocidad se ha acelerado, fragmentado y las ideas de consumo navegan por la Red en frases que son eslóganes baratos.
La trivialidad televisiva manda y hasta muchos profesores de literatura comentan más ciertos programas que obras fundamentales que ni siquiera saben hacer suyas como para entregar a sus estudiantes. La ropa no dura, los matrimonios no duran, las amistades tampoco, los trabajos se pierden y no se recuperan, los libros desaparecen de las librerías en pocas semanas, pues el lugar que ocupan es sagrado, y ellos sustituibles por otros y otros rápidamente. El sexo pareciera que aumenta, pero no el bueno, sino el de las violaciones o el conseguido mediante la Viagra o derivados, incluso el consumo de pornografía ya empieza a los 11 años.
Realmente, los humanos hemos evolucionado en inteligencia, pero no en ética, de ahí las deficiencias de nuestras sociedades. De ahí también el acorralamiento del lenguaje cada vez más reducido gracias a las máquinas “inteligentes” y al uso compulsivo que hacemos de ellas, el cual, en ocasiones, como cuando cruzamos una calle o conducimos un coche, hasta nos pone en peligro. Los jóvenes ya no se “colocan” solo con alcohol o drogas, sino también con el uso permanente de estos aparatos cuyos gestores lejanos manipulan ideológica, afectiva y económicamente. En lo que también influye el uso aislado de frasecillas en inglés, de las que la mayoría apenas si conocen la traducción. Es el bilingüismo tonto, inculto y supuestamente atrevido que impone la moda, algunas revistas y las ansias de llamar la atención impuesta en programas de televisión y radio, los discursos políticos o los anuncios publicitarios. Así se confunde lascivia con erotismo, el amor con la dependencia u opresión, la creatividad con el ruido, la amistad con la confabulación, la poesía con los eslóganes…
Toda esta reflexión va dirigida a mis compañeros profesores de Lengua y Literatura, para motivarlos a que repiensen su quehacer diario, su forma de vivir la profesión y explicar los textos magníficos de nuestros autores y sobre ellos los despliegues significativos de nuestra lengua. Es fácil, solo se necesita olvidar un poco o un mucho el libro de texto, enmarcar la época con sus logros, penalidades y hallazgos, compartir las peripecias de los autores y convertir cada personaje en un prototipo de humano con sus virtudes y defectos en medio de la sociedad en la que le tocó vivir, con sus enfermedades, guerras, hambrunas, amores, ambiciones, etc.
Proponer al alumnado, por ejemplo, que les adjudiquen una biografía, que los sitúen en otra época, en otro país, en otro género literario… Que jueguen con ellos, que los encarnen, que los despellejen o los exalten, que si es una novela la conviertan en texto teatral o a la inversa, en historieta, que elaboren un guion para un vídeo o un corto cinematográfico… Con todo esto, solo quiero indicar que hagan de la literatura un camino existencial propio, que la analicen como difusora de mitos y ritos, creadora de arquetipos y modelos sociales, de héroes, de traidores o de monstruos. Todo ello enriquecerá el lenguaje de nuestros chavales: su ortografía, su léxico, su sintaxis, su semanticidad, la identificación de los tipos de textos y las partes de cada uno; en fin, que descubrirán nada menos que todo lo que nos ha ido haciendo humanos dentro de una cultura que cuenta, al menos, con 570 millones de posibles receptores.
Excelente página, orienta acerca de cómo usar estrategias en un texto.Es decir que sea novedoso y entretenido para un estudiante, que exprese sus habilidades creativas para llegar al razonamiento crítico.
Mi admiración y respeto para la Dra. Reyzabal, he leído varios textos y me han enriquecido con sus estrategias adecuadas e innovadoras para trabajar con mis estudiantes.