A la OCDE le preocupa más que nuestros jóvenes no sepan interpretar una factura a que conozcan las causas de la pobreza, de la explotación infantil y la violencia contra millones de niños y de niñas en el mundo. Es el punto de vista de gobiernos y multinacionales que lideran el mercado a nivel internacional.
Si los alumnos y alumnas de 15 años han sacado 469 puntos sobre competencia financiera, si no saben interpretar una factura de la luz que varía según la potencia contratada, si es en el mercado libre o regulado, según la energía consumida, con el precio del kilovatio (kwh) en la franja horaria, con un peaje de acceso que marca el Ministerio de Industria, con pagos que hace la empresa comercializadora a la empresa distribuidora, etc., o si saben o no interpretar las instrucciones del aire acondicionado, no tiene absolutamente ninguna relevancia si saben que a una familia no se le puede dejar sin suministro eléctrico durante el invierno, a temperatura bajo cero, donde hay niños que han tenido que ducharse con agua fría , estudiar con gorro y bufanda dentro de casa o alumbrarse con unas velas.
Los que sí tienen esa competencia financiera, los que sí saben analizar productos financieros complejos, son los que carecen de una práctica ética en la gestión de los servicios públicos y contribuyeron a que la mayoría de la población se encontrara en una situación de crisis insalvable, y ahora quieren buscar las causas poniendo bajo sospecha a la ciudadanía y al sistema educativo. Nuestro alumnado sí debe estar formado y ser capaz de analizar la falta de ética en una práctica financiera en manos de los que sí tenían una formación y competencia en ese ámbito.
La factura que debe entender la OCDE es que los sistemas educativos deben basarse en los principios de equidad, de justicia social, de solidaridad, cooperación y democracia que con una visión global y una acción local mejoren la vida de las personas.
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