El pasado 28 de marzo, se presentó en la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, la obra Cine y Educación, después de un laborioso recorrido que se ve recompensado con esta publicación, que debe redundar en un impulso decidido para utilizar el cine, dentro del ámbito educativo, como un excelente recurso metodológico, digno de añadir a los existentes y utilizados habitualmente.
Parece obvia la afirmación anterior, ya que, dentro de las estrategias docentes para lograr los mejores aprendizajes en el alumnado, cómo no pensar en el cine, dado el atractivo que posee para todas las personas de cualquier edad, y más aún para niños, adolescentes y jóvenes. Es un mundo mágico el que se pone al alcance de su mano y que, como la literatura, favorece vivir otras vidas, diferentes a la suya cotidiana, promueve la imaginación, el pensamiento divergente y creativo, el gusto estético, el acercamiento a la música y al arte, en general… En fin, que constituye un medio indispensable para utilizar como metodología habitual de enseñanza y de aprendizaje, pues se revela como una poderosa herramienta para fomentar el interés por múltiples temáticas que, de otro modo, pueden suponer cimas inalcanzables.
Pero no nos podemos quedar en esta aplicación, que, por impensable que parezca, no está generalizada en absoluto. Hay algo más y muy importante en nuestra sociedad: la necesidad imperiosa de potenciar la alfabetización mediática e informacional (AMI) del alumnado, por supuesto, pero también del profesorado y de toda la ciudadanía. Y dentro de esta se encuentra el cine, como uno de los medios importantes que logra llegar a miles, millones de personas, con sus mensajes (positivos, negativos, estimulantes, deprimentes…), de gran influencia en las formas de vida actuales en todos los órdenes. Inicialmente, consigue más una buena película para el cambio social de actitudes ante determinada problemática, que diez años de trabajo de un buen número de personas. Comprobado.
Debemos ser nosotros los que dominemos los medios, los que tengamos el poder de decidir lo que asumimos o no de lo que nos comunican…, nunca a la inversa. Y para ello resulta imprescindible estar formados en su lenguaje, sus objetivos, su elaboración y difusión, su lectura apropiada… Muchos aspectos que habrá que incorporar, ya mismo, al sistema educativo actual de modo transversal (no más asignaturas, por favor). En cualquier área o materia de aprendizaje se puede utilizar el cine como metodología y, a la vez, enseñar-aprender a descifrar sus mensajes e, incluso, realizar “cortos” para interiorizar mejor esos aprendizajes. Es una tarea amplia e interesante la que tenemos por delante y, además, absolutamente fundamental en nuestra sociedad, que nos inunda de todo tipo de discursos, imágenes, prensa, radio, televisión, publicidad, libros, Internet, etc.
Si los medios de comunicación deben ser libres, independientes y plurales, las personas que accedemos a ellos debemos estar capacitadas para discernir esa información que nos llega y poder discriminar lo que aceptamos y lo que no, también en función de nuestro uso de la libertad. Para mantener la independencia de criterio es imprescindible estar formado audiovisualmente. Parece obvio. Por eso hay que ponerse manos a la obra para educar en este tipo de alfabetización al conjunto de la población, empezando por las escuelas de las etapas obligatorias.
Voy a recomendar dos documentos de manejo necesario para el profesorado y accesibles directamente desde Internet. El primero: Alfabetización mediática e informacional. Currículum para profesores, publicado por la UNESCO en 2011. El segundo, el que es objeto de este comentario: Cine y Educación.
En este último texto, además de fundamentarse los objetivos, propuestas e itinerarios para el uso del cine en los centros y las aulas, se facilitan 118 títulos de largometrajes y cortometrajes españoles adecuados para trabajar didácticamente en las diferentes etapas educativas, además de un listado orientativo de cien películas de referencia dentro de nuestro cine.
Ya no es imposible, ni siquiera difícil, acceder a la proyección de películas en los centros, pero tampoco lo es ir al cine con el alumnado para ver determinados filmes con interés formativo claro. Las salidas con estudiantes para asistir a representaciones teatrales son frecuentes, por lo que quizá convenga que se convierta en habitual, también, el realizar salidas a los cines para conocer y compartir con mayor rapidez esos contenidos que nos interesan en un momento concreto.
El libro publicado y presentado ahora puede ser el impulso decisivo para generalizar este dominio mediático, estimulando la formación y el interés del profesorado y, cómo no, la toma de medidas por parte de las administraciones educativas, facilitando la puesta en práctica, dentro del sistema educativo institucional, de un recurso metodológico con contenido propio de aprendizaje, asentado en nuestra sociedad y que, precisamente por ello, debe igualmente ser del dominio de la ciudadanía.
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