La cultura es una apuesta de civilización para cada persona

teatro
Esmeralda Muñoz
Natalia Menéndez
Directora de Escena. Actriz y Gestora Cultural

Respirar tiene su secreto; tal vez sea una mezcla de necesidad y de apertura con el otro, con lo otro, con recibir más allá de uno, de nuestras ideas, incluso de nuestros sentimientos, porque nos abre a la vida. En cada respiración, innovamos. Al respirar Teatro, nos regalamos y exorcizamos todo aquello que nos hace daño, que no nos sirve, que nos espanta. Buscamos que cada respiración sea un acontecimiento, un descubrimiento, un espectáculo diferente.

Tomemos el tiempo de respirar cultura, permitiendo que este oxigeno sobrevuele los espacios asolados y puedan ofrecerles vías para acercarnos a la armonía y a la belleza. Viajemos a aspectos más profundos de nuestra consciencia a través de las artes escénicas que nos arropan.

La respiración cultural es uno de los más importantes barómetros para medir el interés que tiene una ciudad o un país y su apuesta por la calidad de vida. Nos facilita el encuentro con presencias, enigmas y misterios que despiertan nuestra compasión para transformar nuestro destino, para ahuyentar y rechazar las vejaciones e insultos, para sacrificarse en favor de la dignidad. Las artes escénicas están siendo en estos momentos altavoces de paz, de empatía, de escucha, de pensamiento crítico… Es un camino hacia la civilización.

El Teatro nos permite refugiarnos en los recuerdos para superar la adversidad; descubrimos diferentes maneras de atravesar la tradición y llegar hasta nuestros días con la esperanza alta. Nos preguntamos sobre lo que nos sobra, lo que es esencial y nos hace bien, tanto con el gesto como con la palabra, el silencio, los sonidos o el movimiento. Respiramos con los creadores, que llenan nuestros pulmones de interrogantes necesarios, removiendo deseos y aplacando los miedos. Los escenarios caminan rápido para ofrecer espectáculos que traten, de muy variadas formas, la integración social; nos muestran nuestras diferencias desde la riqueza, desde la suma. Y también nos cuentan lo que sucede en la calle, los horrores de los que solo saben restar, dividir y anular.

A la búsqueda del anhelado consuelo desde la fe que la cultura revela, vamos más conscientes que nunca hacia horizontes que nos aporten la luz. Por suerte, hallamos artistas rebeldes que traspasan la desesperanza y el pesimismo y nos brindan el color del aire. Somos amigos de los saltos a pulmón abierto y de las reivindicaciones coloristas; observamos los gestos íntimos, los ocultos y los ignorados. Damos luz a lo invisible, de ese modo, lo supuestamente oculto o que se pretende ocultar cobra vida y nuestro acercamiento a este tipo de reivindicaciones se hacen más libres. Insistimos en tratar aquellos temas que deseamos se espanten y desaparezcan de una vez. Los creadores se preguntan acerca de la violencia, la atrocidad o la misoginia… Se ponen sobre la mesa las preguntas eternas, siempre válidas, acerca de nuestra identidad, nuestra calidad humana en la intimidad y en lo social, así como la apariencia, lo real, la distopía y la utopía, los rellenos o los vacíos. Inhalamos farsa, drama, parodia, reflexiones poéticas, tragedia, humor negro, humor blanco y humores de colores… Los artistas se exprimen y buscan la gota del manjar para que cada sorbo llegue a ser una experiencia de calidad única. Las reflexiones que nos hacemos tienen que ver con nuestras ganas de recuperarnos, de reaprender a comportarnos en un mundo del que no somos ombligo, sino parte. Ciertos creadores se ponen de acuerdo en buscar valores, tal vez porque sentimos que cada día pueden estar en jaque o porque, tal vez, debamos aprender a cuidarlos y cultivarlos. El otro día vi una obra que me sacudió porque decía algo así como: “Ya sabemos que no podemos cambiar el mundo entero, cuando por fin conseguimos entender esta frustración es cuando podemos empezar a cambiar algo en nuestro entorno.” Revisitamos con cierto dolor la naturaleza conflictiva del ser humano, y donde también se apela al amor libre, al amor prohibido, al amor por lo que hacemos, a lo que nos une y nos separa, a la tolerancia, a la compasión, a la heroicidad de los invisibles… Creemos en los encuentros de culturas que hoy pueden ser símbolo de convivencia y coexistencia.

Si desde el corazón del Teatro pudiéramos despertar la conciencia de que un mundo mejor se abriese ante nosotros, convirtiéndonos en seres civilizados, capaces de ayudarnos, de empatizar, de dialogar nuestras diferencias, de apreciarlas, desde el respeto y la dignidad para así llegar a nuestra luz profunda. Si los dirigentes plantearan medidas alejándose de peleas ciegas y disputas hirientes, con una mirada clara hacia una estética no violenta, abiertos a una educación en humanidades, agilizando la burocracia del día a día, incentivando las artes en la educación y propusieran formas de cultivar la civilidad como un bien preciado, valorando la cultura como una necesidad social de primer orden. Si creásemos un pacto en la sanidad, en la educación y la cultura en donde la suma fuese real integradora. Si se diesen estas propuestas, entonces, creo que podremos vivir en un espacio rico en valores, donde la bonhomía camine a sus anchas para embellecernos. Busquemos la escucha de las voces del territorio, el diálogo con nosotros mismos, explorando la reconciliación y el acuerdo. Pactemos con la naturaleza ahora, sin demora. Así podremos desafiar las inclemencias o las oscuridades con la mezcla de sonidos y formas, desde aventuras estéticas y éticas que creen alianzas fusionando el pasado y el presente. Somos herederos mestizos; es nuestro privilegio apreciar las diferentes culturas. Valoremos esa riqueza, sin borrar ni suprimir aquellas que están llegando a nuestro encuentro.

Necesitamos llenarnos con la luz del plenilunio y la del sol, empaparnos de sus rayos; somos capaces de ello si de verdad apreciamos la naturaleza y dejamos atrás las mezquindades, los bandos enemigos, la crueldad, los desequilibrios insolidarios y excluyentes o las carreras que solo conducen al vacío del precipicio. Despertemos el amor que hay en nosotros, alimentémoslo con deliciosos manjares venidos de la ternura, del afecto y la simpatía. Tomemos conciencia de que este estímulo se puede hacer desde estas pautas, lo debemos intentar, nos debemos comprometer a este abrazo con esperanza. Vayamos al Teatro. Que lo disfruten.

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