No cabe duda de que el perfil del alumnado ha cambiado mucho a lo largo de las dos últimas décadas debido, en gran medida, a la creciente globalización y digitalización que vivimos. Tampoco hay duda sobre que la realidad digital en la que se mueven nuestros estudiantes y sus prácticas vitales no quedan, y no deben quedar nunca, al margen de la escuela.
Cada vez con más frecuencia observamos, en los centros educativos, las consecuencias y problemáticas derivadas de que nuestro alumnado acceda a la Red sin una guía parental ni docente: tecnoadicciones, ciberbullying, sexting, entre otros. Todos ellos aspectos que inciden de manera importante en el día a día en las aulas y en la convivencia en los centros.
Esta situación pone de manifiesto la necesidad de educar en un uso correcto y responsable de las tecnologías en las aulas, sin más demora, incorporando la formación en ciudadanía digital como parte vital de la preparación del alumnado y asumiendo la alfabetización digital como una nueva obligación docente ineludible.
El alumnado solo puede adquirir los conocimientos básicos sobre ciudadanía digital ejerciéndola, lo que hace necesario, por tanto, incorporar, de manera natural y paulatina, prácticas digitales de enseñanza-aprendizaje, combinando estas con otras analógicas y delimitando el uso de la tecnología en espacios educativos, encontrando con ello un equilibrio necesario y posible entre los docentes tecnófobos y tecnófilos.
Solo así conseguiremos acompañar, orientar y formar a la generación de «nativos digitales» como ciudadanos críticos, responsables y cívicos, capacitándoles, por un lado, para aprovechar en su beneficio las posibilidades de aprendizaje y comunicación que ofrece la Red; y, por otro, haciéndoles conscientes de los riesgos que comporta, dándoles pautas para poder moverse con seguridad y responsabilidad en ella.
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