Desde el primer momento de lo ocurrido en Las Ramblas de Barcelona y en Cambrils, quienes nos dedicamos a la educación estamos haciendo muchas cosas igual que el conjunto de la ciudadanía: donación de sangre, minutos de silencio, ayuda directa a las víctimas y familiares, presencia en las calles diciendo que no tenemos miedo, debates sobre las causas y posibles soluciones. Sin embargo, también hay tareas sobre las que tenemos una especial responsabilidad, como orientar la educación a que las niñas y niños vivan en un mundo con menos terrorismo. Hay acciones muy positivas que llevamos mucho tiempo realizando, como fomentar la convivencia pacífica entre niñas, niños, familias de diferentes culturas y religiones.
Quienes innovamos y queremos seguir haciéndolo cada vez mejor, tenemos que transformar las escuelas para afrontar el reto que plantean los diversos terrorismos a la humanidad y a nuestro propio alumnado. Las investigaciones científicas de mayor nivel nos aportan evidencias que permiten que nuestras innovaciones consigan los objetivos que las familias y la sociedad esperan, en este caso, que sus hijas e hijos vivan en sociedades más pacíficas. El principal proyecto (Proton) que está llevando a cabo el programa de investigación europea (Horizonte 2020) nos aporta elementos imprescindibles.
Las evidencias han ido demostrando como falas las afirmaciones que se hacían sobre el perfil de quienes desde la adolescencia se incorporaban a las redes de apoyo a los terrorismos, por ejemplo, del que ha golpeado estos días. Esas concepciones tenían su fuente en prejuicios como que eran personas muy religiosas que pasaban mucho tiempo en centros donde se les formaba en la violencia. Las comunidades islámicas ya advertían desde hacía tiempo que la mayoría no habían pasado por sus mezquitas, pero no se les hacía caso. El análisis científico actual, que sí tiene en cuenta la pluralidad de voces, está presentando evidencias ya muy concluyentes de que quienes se incorporan a estas actividades tienen muy diferentes procedencias. A quienes todavía continúan con los tradicionales prejuicios, les extraña que una adolescente occidental roquera viaje “de repente” al Estado Islámico; quienes se basan en evidencias científicas saben que el germen está en todas las sociedades y contextos.
La contribución de la educación no es perseguir y frenar a los terroristas, eso lo hacen mejor otras instituciones y profesionales. La aportación clave de la innovación no es repetir las actividades que se han venido haciendo hasta ahora (aunque muchas de ellas son muy necesarias); por el contrario, tenemos que hacer más y mejores, con análisis más rigurosos y actuaciones más exitosas. La mayor parte de miembros adolescentes de redes terroristas han pasado por nuestras escuelas, la educación en valores que hemos impartido no ha impedido una socialización de su deseo en la atracción hacia la violencia que se impone, desde diversos ámbitos, a muchísimas niñas y niños, y que en algunos casos muy minoritarios les lleva a la fascinación por los terroristas.
No podremos eliminar la punta del iceberg sin actuar también sobre su base. Se necesitan innovaciones que logren la socialización preventiva de la violencia, importantísimo trabajo que solo es posible transformando el lenguaje del deseo al mismo tiempo que insistimos en el lenguaje de la ética. De esa forma, evitaremos que una pequeña minoría de nuestro alumnado se incorpore a las redes terroristas, pero también que todas las niñas y niños disfruten de relaciones no violentas en todas las dimensiones de sus vidas.
La escuela podía enseñar muchas más cosas y da igual si desde la innovación o no!! Creo que deberíamos analizar el espectáculo que hemos vivido todos los españoles además del terrorismo! Me parece que solo la transformación del lenguaje no cambia a una sociedad, de momento parece q ese cambio en el lenguaje.. No ha acabado con la violencia de género!!! Es mucho más que eso!!!