La LOMLOE y sus exigencias de innovación educativa
Aunque se han publicado un número considerable de leyes de educación durante las últimas décadas, no todas se han ocupado de la estructura y contenidos del sistema, que, en definitiva, son las que afectan directamente al trabajo en las aulas y a la innovación de sus planteamientos más profundos.
En la actualidad, la Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre, por la que se modifica la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación (LOMLOE) aborda de forma decidida el cambio en el abordaje de los procesos de enseñanza y de aprendizaje en las aulas de todos los niveles educativos anteriores a la Universidad, en un intento firme de avanzar hacia un aprendizaje real por parte del alumnado, que supere la mera memorización de conocimientos (en muchos casos sin comprensión de los mismos), expuestos en un examen puntual y olvidados en cuanto han cumplido su cometido principal: aprobar. Pero no exageremos. Ciertamente, en los centros se aprende. No obstante, la educación va quedando día a día más desfasada de las exigencias que la sociedad plantea a la persona para su incorporación de modo apropiado y digno, con oportunidades adecuadas a la realidad en la que vivimos.
Por ello, los aprendizajes (en el mejor de los casos) memorísticos casi en exclusiva, tienen que ser desplazados por otros asumidos e incorporados a las estructuras mentales de la persona y al dominio de su aplicación, es decir, a la adquisición de competencias para la vida, funcionales, que, en definitiva, suponen el dominio claro de la aplicación de los saberes logrados. Conocimientos, destrezas y actitudes que, además de enriquecer culturalmente al individuo, pueden aplicarse al quehacer de la vida diaria en el ámbito personal, social y laboral.
Es un cambio importante que implica, sobre todo, modificaciones en las situaciones de aprendizaje que se propongan en las aulas y que deben impactar directamente en las estrategias metodológicas y, en consecuencia, en los modelos de evaluación.
Estrategias metodológicas activas y cooperativas
Reconociendo la importancia del conjunto de los elementos curriculares, que deben mantener una estrecha co- herencia en sus planteamientos, destacamos ahora la metodología como forma de hacer, como proceso mediante el cual se implementa en el aula el diseño curricular previsto para su accesibilidad por parte del conjunto del alumnado1. Por ello, teniendo en cuenta que el actual currículum gira en torno a la adquisición de competencias funcionales para la vida, es decir, en la capacidad del alumnado para aplicar los conocimientos que va incorporando a su formación, las estrategias metodológicas deben favorecer esta posibilidad de “hacer” que evidencie lo que efectivamente ha aprendido y que podrá utilizar cuando salga del centro educativo.
Este planteamiento supone utilizar estrategias de carácter activo y cooperativo, tales como el método de proyectos, el aprendizaje basado en retos o en problemas, el aprendizaje por tareas, los talleres, las asambleas, el trabajo cooperativo, los diálogos simultáneos… Y si, además, disponemos de las actuales tecnologías, añadiríamos la gamificación, el aula invertida, la coopetición, el ágora y un largo etcétera que día a día se incrementa por el acelerado avance en este campo (Casanova, 2017).
Cualquiera de ellas resulta válida para implementar situaciones de aprendizaje que resulten atractivas y despierten la curiosidad y el interés del alumnado (motores del conocimiento), contando con recursos igualmente sugestivos durante su puesta en práctica (cine, radio, vídeo, biblioteca, hemeroteca, materiales específicos para cada trabajo…).
El aprendizaje-servicio (APS): sus aportaciones específicas a la educación
Manteniendo las características ya citadas referentes a las metodologías de carácter activo y que fomentan la participación y cooperación del conjunto del alumnado, el aprendizaje-servicio ha tomado fuerza dentro de las prácticas didácticas por sus aportaciones diferenciadas con respecto a las relacionadas con anterioridad2.
Una definición sintética del APS y que incorpora la especificidad de esta metodología consiste en entenderla como una propuesta educativa que combina los procesos habituales de aprendizaje con el servicio a la comunidad; es decir, que además de que los protagonistas “aprenden” lo establecido curricularmente, lo aplican a necesidades reales existentes en su comunidad, en su entorno, por lo que comprueban de forma inmediata los beneficios que proporciona esa formación que, con otras estrategias, quedan en pura teoría o, al menos, con una utilidad pendiente de comprobar. Consecuencia inmediata: se adquieren las competencias clave siendo útiles a su comunidad. La institución escolar se abre, suprimiendo ese nivel de endogamia que aparece en la mayoría de los casos y que lleva a deducir, por parte del alumnado, que lo que estudia y aprende solo sirve para aprobar, sin mayor funcionalidad posterior en cuanto salen del entorno escolar.
Por otra parte, reúne en su planteamiento y desarrollo todo lo que se pretende con la actual propuesta educativa, puesto que aúna los conocimientos con el compromiso social, favoreciendo la adquisición de los saberes básicos (conocimientos, destrezas, actitudes) de forma integral, interesante y útil. Como consecuencia, se alcanzarán los objetivos y competencias específicas previstos en cada nivel, llegando al dominio de las competencias clave en toda su profundidad. No solo hay que aspirar a la memorización de conocimientos, sino que la realidad actual exige a la educación una respuesta que conjugue estas posibilidades que favorece el APS.
Calidad educativa, inclusión social, desarrollo comunitario, dimensión ética de la persona…, en definitiva, la mejor educación se hace posible mediante la filosofía que impregna el APS, causa evidente de la importancia con que se está imponiendo en el sistema en todos los niveles educativos, incluyendo los estudios superiores.
Es fácil pensar en las aplicaciones posibles en los centros docentes, relacionándolos con su realidad y las necesidades del entorno: proyectos de carácter medioambiental, defensa de los derechos humanos, conservación del patrimonio cultural, mantenimiento de costumbres valiosas propias de la comunidad, etc.
El alumnado comprende claramente la necesidad que existe y protagoniza la puesta en marcha de su resolución. Proyectos comunes que exigen: conocimiento, pensamiento crítico y creativo, habilidades sociales, toma de decisiones, liderazgo, comunicación, colaboración… Se puede asegurar que, de una vez por todas, la persona tendrá la posibilidad de llegar a su autonomía plena, imprescindible en los momentos de incertidumbre tan evidentes como los que se acaban de vivir con la situación de pandemia y confinamiento recientes y que vienen a confirmar la recomendación de Morin (1999) sobre la necesidad de educar para la incertidumbre, al considerar que “navegamos en un océano de incertidumbres a través de archipiélagos de certeza”.
En síntesis, se hace imprescindible articular los saberes básicos con la actividad comunitaria, el servicio solidario a su entorno y el protagonismo de los estudiantes que asegure una educación completa, equitativa y de calidad real, con sentido para el alumnado y para la sociedad.
Por otra parte, aunque resulte obvio, para poner en marcha un proyecto de APS, deben respetarse las fases habituales: planificación, diseño, análisis, práctica, presentación de resultados, evaluación, reflexión y toma de decisiones para el futuro.
Actualidad del APS
Corroborando la importancia de este modelo, terminaremos con la información sucinta acerca de la implantación del Aprendizaje-Servicio Virtual (APSv), especialmente relevante tras la pandemia, meses en los que la tecnología permitió continuar con múltiples propuestas educativas, incluso de carácter práctico como esta. Entre los objetivos que se plantearon en algunos de los proyectos, se pueden destacar: “Familiarizar a los estudiantes con el diálogo y la diversidad cultural; fomentar el compromiso con la ciudadanía global; tomar conciencia con el compromiso ético en el desarrollo de la profesión y desarrollar la competencia digital y comunicativa” (González Galán y otras, 2022, p. 99).
Con diferentes modalidades, en definitiva, se hace viable otra forma de enseñar para conseguir un aprendizaje real, adquiriendo competencias individuales y con compromiso ético y social, cualitativamente mejor que el exclusivo uso de la enseñanza tradicional cuya utilidad ha sido superada por la realidad de nuestra época.
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Es importante recordar la importancia de la aplicación de los principios del Diseño Universal para el Aprendizaje, en orden a lograr la accesibilidad curricular
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Puede consultarse la web de la Red Española Aprendizaje Servicio . https://aprendizajeservicio.net/
Referencias bibliográficas
Casanova, M.A. (2017). Educación inclusiva en las aulas. La Muralla.
González Galán, M.A. y otras (2022). COE- TIC y una experiencia de diálogo intercultural: la apuesta por el Aprendizaje Servicio virtual, en García-Gutiérrez, J. y Ruiz-Corbella, M (Eds.). Aprendizaje-Servicio virtual. Narcea.
Morin, E. (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. UNESCO
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