Aprendiendo a enseñar

María Victoria Reyzábal | Especialista en Lengua y Literatura

En estos momentos, cuando casi treinta mil nuevos docentes se van a incorporar a su importante trabajo el próximo curso, me ha parecido oportuno plantear estas reflexiones, deseando que todos comiencen bien y su labor favorezca esa mejora educativa que tanto esperamos.

Muchos docentes jóvenes o que por primera vez acceden al aula se sienten, especialmente en Secundaria, inseguros ante su alumnado, los equipos directivos del centro e incluso ante padres y madres. Su falta de experiencia en cuanto a manejar con solvencia la clase, les coloca en situación de vulnerabilidad. No dudan, por lo general, de sus competencias académicas, sino de sus destrezas didáctico-pedagógicas para mantener la atención y la disciplina de las y los adolescentes. Todo ello les lleva a considerar que, tal vez, no sirvan para esta profesión, que se han equivocado al elegirla o, incluso, que carecen de la predisposición o gusto por ella, para llevarla a cabo satisfactoriamente.

Aparte de que estos desajustes, en buena medida, son producto de que la formación que han recibido no les ha dado las herramientas necesarias para su desempeño diario al frente de su alumnado, otras razones motivan el temor a no cumplir adecuadamente con su tarea. Por otra parte, también les pesa el eslogan tan repetido de manera categórica de que si no se disfruta dando clase, mejor dejarlo; como si cualquier otro trabajo no tuviera sus momentos difíciles, complejos y hasta decepcionantes, para lo que el supuesto año en prácticas, que no es tal, no sirve si no es en aspectos negativos. Esta situación se parece a lo que se suele denominar “síndrome del impostor”, nombrando así a la vivencia que tiene el sujeto cuando se siente fuera de lugar u ocupando un puesto sin cumplir las condiciones necesarias para ello, aunque lo haya ganado por oposición.

Este sentimiento de desánimo, culpabilidad y miedo provoca que vivan su desempeño con nerviosismo y angustia, que duden de su autoridad y que, en lugar de pedir apoyo, se aíslen o, por el contrario, finjan que todo va bien con el consiguiente peligro de que la situación se deteriore. Y es que resulta muy difícil reconocer ante los “pares” que se tienen dificultades en llevar adelante lo que ellos realizan aparentemente sin problemas. De esta manera, el clima de sus clases puede enrarecerse por falta de autoridad o, en contra, por un exceso de celo autoritario.

En otros casos, comentar el problema con un compañero de confianza, podría aclararle que todas las personas al afrontar un nuevo reto profesional sienten preocupación o incluso miedo y que lo contrario sería muestra de irresponsabilidad. De forma que su estado debería darles confianza y no al contrario. No obstante, según diversos estudios, ser considerado incompetente es una de las principales preocupaciones de la mayoría, algo que debilita su autoestima y favorece la frustración antes mencionada, dificultando su dedicación o agudizando un perfeccionismo nada funcional, pero, en cualquier caso, obstaculizando una buena relación con los distintos sectores educativos (alumnado, compañeros, directivos, familias) y hasta dificultando abordar un desarrollo creativo del currículo.

Lo anterior ocurre ya que la falta de confianza en sí mismo le impedirá asumir tareas innovadoras o extracurriculares, como salidas a museos o conciertos, propuestas de actividades que vayan más allá de lo tradicional o colaborativas con otros docentes…, pensará que lo mejor es no llamar la atención, no salirse de lo habitual y de lo repetitivo, creyendo que así oculta sus supuestas carencias, con lo que obviamente no obtiene ninguna gratificación, ni personal, ni profesional, ni colectiva por la tarea; ni es capaz de unirse con otros docentes en su situación para reclamar que ese año de prácticas lo sea realmente y sirva para formarles, sabiendo como saben que todos lo aprueban y dando por sentado que lo mejor es callar.

No obstante, ese trance u otros parecidos, lo hemos pasado todos los que hemos trabajado en este ámbito y conocemos que de estas dificultades del principio, la mayoría hemos salido bien, aunque ciertamente el alumnado cada vez resulta más difícil, sobre todo en ciertas zonas, pero en este como en otros casos, se debe aprender de los que ya lo han superado con éxito y aplicarse ciertos consejos simples, como permitirse sonreír, llevar el cuerpo erguido, mirar de frente, proponerse no perder el control, pues lo que el cuerpo hace llega al cerebro y viceversa. Por eso, tener modelos de éxito y comportarse como ellos, ayuda a comenzar con buen pie, siendo consciente además del componente positivo que aporta estar comenzando, ya que se puede enfocar la realidad del centro desde una perspectiva nueva y compartirla. Por otro lado, el mismo Departamento de Orientación puede recomendarle ciertas lecturas o darle algunos consejos que les sean útiles.

Propuestas:

  1. Recuerda que eres una persona completa, no solo docente, y que este es tu proyecto profesional que debe satisfacerte como parte de tu vida.
  2. Intenta trabajar en equipo, comparte responsabilidades y tareas, especialmente con los compañeros de tu departamento.
  3. No asumas roles excluyentes de género, tanto vale un profesor como una profesora, sea especialista en matemáticas, lengua o música. Incluye, junto a los hombres que citas, mujeres de igual valía.
  4. Habla sabiendo lo que vas a decir; ni te excedas, ni te calles, y no descalifiques a nadie, ni hagas daño con tus apreciaciones.
  5. Recuerda que los comportamientos sociales cambian y que conviene no basarlos en estereotipos, prejuicios o privilegios.
  6. Sé inclusivo con estudiantes y compañeros; la diferencia es algo generalizado y enriquecedor, y aplícatelo a ti mismo.
  7. Sé honesto y generoso, comprensivo y amable; es decir, sé con los demás lo que te gustaría que fueran contigo.
  8. Recuerda que todos los temas pueden debatirse en el aula: sexo, drogadicción, acoso, etc., siempre que se traten con respeto y deseo de aprender y mejorar.
  9. Trata a todos los estudiantes por igual, sin favoritismos, pero ayuda más al que más lo necesite.
  10. Inculca el amor por la lectura desde tu especialidad, sea esta la que sea, pues leer ayudará a las y los jóvenes a ser más cultos, abiertos y críticos.
  11. Seas de humanidades, ciencias, artes o tecnología, no olvides que todas las asignaturas tienen su importancia y que cada estudiante puede elegir su futuro en función de lo que en el instituto se le enseñe.
  12. No te encierres en tu hipersensibilidad, sal al mundo y corre el riesgo de mostrarte como eres; si te critican, analiza lo que te cuestionan y, si tienen razón, trata de cambiar sin complejos ni autodisculpas. Y no hagas caso de la gente tóxica.

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