María José Parages: “La convivencia se construye a diario”

María José Parages López, directora CEIP La Biznaga (Málaga)

María José Parages. Directora CEIP La Biznaga, Málaga (Foto: Málaga Hoy)

El CEIP La Biznaga tiene 37 años y una historia muy particular: una autovía le dejó en un lugar de difícil acceso y lejos del barrio de influencia para el que había sido concebido. Así, fue perdiendo cada vez más alumnado hasta que estuvo al borde del cierre, estableciendo aulas mixtas, con un claustro provisional y con un equipo directivo en comisión de servicio. Su futuro estaba más o menos definido. Hasta que el centro dio un vuelco a su destino.

María José Parages López, la actual directora del centro, nos da algunas pistas sobre cómo ha sido ese cambio y por qué han llegado hasta donde están ahora.

¿Cómo surgió el proyecto actual del Colegio La Biznaga?

El CEIP La Biznaga se creó hace 37 años. La construcción de la autovía le dejó aislado del barrio que, en principio, era el que le iba a proporcionar el alumnado. Además de este aislamiento, quedó con un acceso peculiar que hace muy difícil llegar al centro. Es imposible la subida de cualquier modo que no sea en vehículo particular o andando por un camino monte a través (en las excursiones tenemos que utilizar este camino con todo el alumnado para poder llegar al autobús que nos espera en la salida de la autovía).

Todo esto hizo que se fuera perdiendo alumnado progresivamente estando, año tras año, con aulas mixtas y en peligro de supresión. Por supuesto, el profesorado era provisional incluso con un equipo directivo en comisión de servicio, pues no había profesorado definitivo para asumir esa responsabilidad.

Hace 7 cursos asumimos la responsabilidad de la dirección del centro y, logicamente, nos planteamos qué colegio queríamos. Optamos porque  fuera un espacio de todas y todos, que fuera una comunidad de convivencia y aprendizajes y que formara a una ciudadanía culta, dialogante, responsable, autónoma y, sobre todo, feliz. Para esto elegimos el modelo educativo que nos permitiera conseguirlo, el Proyecto Roma.  Esto suponía un compromiso moral puesto que  sustentamos nuestra práctica en los siguientes principios: el respeto a las peculiaridades del alumnado (todo el alumnado es competente para aprender: proyecto confianza), la construcción del conocimiento de manera social a través del trabajo cooperativo (proyectos de investigación), convertir nuestras aulas y el centro como si fuese un cerebro (el contexto es el cerebro: zonas de desarrollo y aprendizaje. Proceso lógico de pensamiento), las relaciones interpersonales entre familias, profesorado y alumnado y la mejora de la calidad de vida en la clase (calidad de la enseñanza: construcción de la democracia en las aulas) y el respeto a la diferencia como valor (las diferencias étnicas, de religión, de hándicap, de procedencia, etc., mejoran los procesos de enseñanza y aprendizaje). Solo así, pensamos, podremos hacer de nuestro colegio una comunidad de convivencia y aprendizajes.

Pasó de ser un centro a punto de cerrar a convertirse en referencia, mucho más allá de los límites de su comunidad. ¿Cómo se gestó ese cambio?

Realmente creo que fue determinante el tener claro un modelo educativo con unas finalidades y principios de acción concretos. Eso hace que todas las actuaciones que se lleven a cabo tengan una línea concreta lo que le da coherencia a la experiencia y hace que, a pesar de todas las dificultades antes mencionadas, en estos últimos años, muchas de las familias que llegan a nuestro centro, lo hacen huyendo de una metodología más tradicional y no les importa hacerse una serie de kilómetros diarios e incluso cambiar de residencia con tal de tener nuestro modelo de educativo (desplazamientos desde Guadalmar, Torrox, cambio de residencia de Sevilla, Antequera, Villanueva de la Concepción, etc.).

Esto ha producido que en 7 cursos hemos pasado de ser un colegio en peligro de extinción a, en la actualidad, tener aulas de 23 y 25 niñas y niños. (De 60 a 186 niñas y niños que hemos matriculado este curso).

En sus orígenes el centro se creó para atender a las familias del barrio de la Mosca y a las procedentes del barrio de El Palo. Como anteriormente hemos mencionado tras este aislamiento se corrió el riesgo de la desaparición del colegio; sin embargo, la escasez de plazas escolares en otras localidades cercanas (Rincón de la Victoria, Cala del Moral, urbanizaciones circundantes al centro, barrios más alejados de Málaga) generó un crecimiento constante en el número de alumnado.

Estas familias, al llegar se fueron encontrando con un espacio donde no solo podían participar de manera simbólica, sino que su participación era imprescindible para la vida del centro, ya que entendemos que las escuelas no son solo espacios del profesorado donde las niñas y los niños pasan muchas horas al cabo del año y las familias tienen espacios y momentos puntuales de participación. Por ello, hicimos que nuestro centro fuera un espacio que construyéramos juntos cada año, las niñas y los niños, las familias y el profesorado. Han sido años de aprender a convivir toda la comunidad educativa, a respetarnos aprendiendo de nuestros errores pero siempre con la confianza en estar construyendo un espacio común.

¿Cómo podríamos definir de forma sencilla el Proyecto Roma?

Definir en qué consiste la Proyecto Roma sería muy fácil, pero no creo que respondería a lo que venimos haciendo en nuestro colegio.  Podemos afirmar que el Proyecto Roma ha dejado de ser una idea (proyecto) y se ha convertido en un instrumento cultural en manos de las familias y del profesorado que han participado en esta investigación/experiencia de innovación. En este sentido, ya es modelo educativo tanto para las familias como para la escuela. Todo ello está suponiendo un replanteamiento no solo metodológico, sino ético e ideológico. Hoy en día es considerado un proyecto moral al que nos dedicamos en cuerpo y alma convencidos como estamos de que un mundo mejor es posible. Un mundo donde no haya lugar para la miseria, ni àra las injusticias, ni para la marginación, etc., donde se respeten los derechos humanos, la justicia social y la equidad.

En síntesis, podríamos definir el Proyecto Roma como experiencia de educación en valores, como un modelo de desarrollo humano y surge con una doble finalidad: por un lado, pretende aportar ideas y reflexiones sobre la construcción de una nueva teoría de la inteligencia, a través del desarrollo de procesos cognitivos y meta-cognitivos, lingüísticos, afectivos y de movimiento (autonomía personal, social y moral) en el ser humano; y, por otro, como modelo educativo, su finalidad básica y fundamental se centra en mejorar los contextos familiares, escolares y sociales, desde el respeto a las diferencias humanas como valor y derecho, desde la construcción del conocimiento de manera social, el trabajo cooperativo y solidario, y la construcción de la democracia en las aulas y en los centros (comunidad de convivencia y aprendizajes).

En cuanto a la denominación de Proyecto Roma es en honor a la ciudad de Roma, fue allí donde iniciamos el Proyecto en 1990. En Italia, sin embargo, se conoce como Proyecto Málaga.

¿Cuáles son los pilares que sustentan vuestra forma de trabajo?

Solemos decir, el profesorado del Proyecto Roma, que todo cuanto hacemos en nuestras clases lo hacemos de acuerdo a unos fundamentos teóricos, porque pensamos que sin teoría no puede haber una buena práctica y sin práctica no podemos construir nuevas teorías. Esto es lo que nos hace profesionales autónomos, ya que hacemos aquello que consideramos conveniente con total conocimiento de causa, y no lo que las editoriales o cualquier otro sabio/experto nos dice que debemos hacer. Nuestro papel como maestros y maestras no es el de meros aplicadores de teorías de aprendizaje, sino que la base de nuestra labor es la investigación, por eso construimos nuevas teorías a partir de la práctica y de la reflexión.

Entendemos que el origen del aprendizaje es social y, por tanto, los procesos de enseñanza-aprendizaje en nuestras aulas han de ser cooperativos y solidarios, nunca individuales ni competitivos, de ahí que el aula sea un espacio de indagación, de construcción, de transformación y de convivencia. Desde estos pilares teóricos los principios de acción en nuestro colegio son:

  • Confianza en que todas las personas son competentes para aprender. Equidad Educativa.
  • La escuela y el aula como comunidad de Convivencia y Aprendizajes.
  • Ayuda y cooperación en el aprendizaje a través de grupos heterogéneos.
  • Organización del centro y del aula como un cerebro. Zonas de desarrollo y aprendizaje.
  • El aula como unidad de apoyo. El apoyo dentro del aula y para el aula.
  • Construcción social del conocimiento (Proyectos de Investigación).
  • La evaluación como aprendizaje, y no como calificación ni examen.
  • Respeto a las diferencias. Reconocer la diversidad como un valor que mejora los procesos de enseñanza y aprendizaje.
  • Re-profesionalización del profesorado (aprender mientras enseñamos). El profesorado como docente-investigador.
  • Construcción de la democracia: Participación de las familias en vida del centro.

¿Qué podemos esperar del alumnado que saldrá de vuestra escuela?

¿Qué clase de ser humano queremos los maestros y maestras que salgan de nuestras aulas? Esa es una de nuestras preguntas claves en el CEIP La Biznaga. La responsabilidad es grande pues queramos o no estamos formando la ciudadanía del futuro y, por tanto, queremos que esa ciudadanía sea culta, solidaria, respetuosa con las personas y con el medio ambiente, en definitiva “buena gente”, como solemos decir en Málaga.

Creemos que el papel de la escuela ha cambiado en la actualidad en nuestra sociedad. Las niñas y los niños tienen al alcance de un dedo toda la información mundial, por lo que no tiene sentido que la memoricen como hasta ahora se les ha pedido en la escuela. Lo importante es que aprendan a interpretar, analizar, sintetizar y aplicar correctamente esa información y con ella resolver las situaciones problemáticas presentes, futuras y transformar los contextos donde se encuentren. Eso es lo que pretendemos con nuestro alumnado.

Al mismo tiempo nos parece poco operativo el comparar con alumnado de otros centros pues en esa comparación tendrían que intervenir muchas más variables que solamente lo que sucede en la escuela; pero, a pesar de esto, estamos muy contentas de los resultados que venimos obteniendo en los últimos años en las pruebas oficiales de evaluación.

¿Cómo podríamos resumir el trabajo que se hace con el alumnado en las distintas etapas?

Iniciamos el proceso conociéndonos todas las personas que vamos a convivir y ese conocernos lo hacemos desde el respeto a las peculiaridades de cada cual y lo que esa diversidad nos va a permitir aprender a toda la comunidad educativa.

Desde la confianza despertada en los primeros días al ir conociéndonos vamos organizando los espacios comunes de las clases, del centro y vamos construyendo la convivencia. Pero, para poder convivir, es necesario establecer unas normas de convivencia desde la libertad y desde la equidad, por lo que vamos consensuando las normas que vamos a necesitar en esos espacios y que nos van a permitir que aparezcan los valores necesarios para la convivencia y, por tanto, para el aprendizaje.

Esa organización de espacios y de las normas necesarias para ello se hace con la participación de todo el alumnado junto con el profesorado, y el proceso que seguimos es el siguiente:

  • Nos ponemos de acuerdo en el espacio que queremos organizar.
  • En las asambleas de clase conversamos sobre cómo está ese espacio, cómo lo queremos y qué normas vamos a necesitar en él para que este sea un lugar donde convivir y continuar aprendiendo. Son debates ricos e intensos donde cada una de las niñas y de los niños sabe que puede decir lo que desee, siempre y cuando no falte al respeto a nadie y argumente aquello que está diciendo, pues nunca votamos las decisiones, sino que llegamos a acuerdos a través de los argumentos esgrimidos.
  • Una vez finalizadas las asambleas de clase, reunimos la asamblea de las y los portavoces de las clases (dos por aula) donde recopilamos todas las normas que hemos debatido en las clases viendo las que son comunes, las que se aportan nuevas, etc. Estos personas que desempeñan la responsabilidad de ser portavoces cambian a cada asamblea y son designadas para esa función aquellas dos personas que más vayan a aprender realizando ese papel, cosa que van a poder hacer puesto que cuentan con la ayuda del resto de la asamblea.
  • Una vez organizadas las aportaciones de todas las clases, reunimos a la asamblea general del colegio y, en ella, todas las niñas y los niños del colegio desde 1º de infantil hasta 6º, debatimos todas las normas argumentando porqué son necesarias, cómo van a permitir la convivencia, qué pasa si nos la saltamos, a quién perjudicamos si lo hacemos y cómo vamos a restituir ese perjuicio.

Así los castigos dejan de ser necesarios y le damos paso a la responsabilidad que tenemos cuando convivimos con otras personas. Dejamos de mirarnos a nosotras mismas y pasamos a mirar a quienes tenemos alrededor dándoles la importancia que tienen. Con ello construimos nuestro centro como un espacio democrático.

De este modo nuestro alumnado, además de saber que va a la escuela a aprender a pensar correctamente, sabe que para que ese aprendizaje se pueda dar son necesarias las otras personas de la clase o del centro. Por tanto, van a aprender a convivir. Los valores no se enseñan, se viven. Solo así aprenderemos a construir la democracia.

De lo que se trata es de convertir todos los espacios del colegio en espacios de respeto, de convivencia y aprendizaje, muy a pesar de la diversidad de niñas y niños. Para ello hemos de buscar pedagogías diferentes a las que estamos acostumbrados en nuestras escuelas. Un cambio en las prácticas pedagógicas, lo que conlleva un cambio en la mentalidad del profesorado, un cambio en los sistemas de enseñanza y aprendizaje en el aula, un cambio en organización del espacio y el tiempo escolar, un cambio en los sistemas de evaluación.

Pretendemos que nuestro centro sea un espacio de paz, entendiendo que paz es un concepto eminentemente humano, es una construcción del ser humano en su doble dimensión individual y social, y no solo individual. La paz es el resultado del verdadero respeto por el ser humano, pero no es un fin en sí mismo, sino un proceso que se ha de construir a diario. Para ello se requiere de una serie de condiciones, tales como: justicia, libertad, solidaridad, tolerancia, defensa de la vida y búsqueda de la verdad. Hay que aprender a vivir en paz. Desde este punto de vista intentamos que nuestro centro sea un espacio de paz donde la tolerancia sea la sabiduría de convivir respetando la idiosincrasia y peculiaridades de los demás.

En el pasado habéis tenido clases mixtas… ¿Cuáles son las ventajas y los desafíos de agrupar a niñas y niños de distintas edades en Infantil y Primaria?

Una de nuestras pretensiones es que nuestro centro sea un espacio de convivencia y de aprendizajes. Los grupos heterogéneos, cuanto más heterogéneos mejor, donde las niñas y los niños construyan el conocimiento juntos de manera cooperativa, son la mejor herramienta para poder conseguir esa finalidad.

Los grupos heterogéneos, cuando trabajan de manera cooperativa, permiten que nuestro alumnado entienda que el aprendizaje de las demás personas del grupo depende del esfuerzo que yo haga para ello y, al hacer eso, mi desarrollo va a ser mayor y mejor gracias a mi grupo.

Entender la cooperación de este modo hace que se desarrolle la responsabilidad que es, actualmente, uno de los grandes retos de la escuela. Nuestro alumnado sabe que es responsable de lo que aprendan las y los más pequeños, ya sea en los grupos, en las excursiones o en el patio, pues saben que aprenden de lo que hacemos y no de lo que les decimos que hagan.

También es muy importantes en nuestras clases la diversidad de niñas y niños, diversidad cultural, de procedencia, de peculiaridades cognitivas, de religión, de etnias, de género, etc. En este espacio de interculturalidad e inclusivo que es nuestro colegio, los procesos de enseñanza y aprendizaje son mucho más enriquecedores, porque las diferencias entre nuestras niñas y niños no son un problema, sino un valor.

Ahora volvéis a tener una unidad por nivel. ¿Siguen existiendo instancias en las que los distintos niveles se mezclen?

En la actualidad, los grupos heterogéneos son una de nuestras estrategias más potentes, ya que hemos puesto de manifiesto la riqueza de los aprendizajes que permiten. Por ello, desde la asamblea de portavoces, donde están representadas de manera participativa todas las clases desde 1º de infantil hasta 6º de primaria, hasta la asamblea final, pasando por la construcción del huerto escolar, la realización de canastos y cestos, cocinar, leer, bajar por el monte para ir de excursión, descubrir el lenguaje matemático o de las ciencias de la naturaleza, etc., siempre que podemos lo hacemos cooperando en grupos mezclados.

Esto, además, ha traido consigo que cuando las niñas y los niños aprenden juntos, se conocen y se respetan, por lo que la convivencia en el colegio ha ido mejorando de tal manera que la disciplina, actualmente, ha dejado de ser uno de nuestros problemas. Nuestros niños y niñas son muy respetuosos entre sí, y de manera especial, entre los mayores y los más pequeños.

¿Cuáles fueron los objetivos iniciales que motivaron el nacimiento de La Biznaga? ¿Son los mismos que tenéis hoy?

Desconozco cuales eran los objetivos iniciales cuando nació el colegio La Biznaga, supongo que los de atender a las niñas y los niños de unos barrios de familias trabajadoras que estaban ubicadas justo enfrente de los barrios de más “rancio abolengo” de Málaga. Yo llegué hace 7 años.

Nuestras pretensiones al asumir esta experiencia eran y son:

  1. Que todas las niñas y todos los niños alcanzaran el máximo desarrollo posible de sus competencias cognitivas, culturales y emocionales a través de una educación equitativa y de calidad. En suma, se trataba de mejorar el nivel educativo de todo el alumnado, conciliando la calidad de la educación con la equidad para evitar las desigualdades en el centro.
  2. Reconocer la diversidad de capacidades, de intereses, de cultura, etc. del alumnado, del profesorado y de todos los miembros de la comunidad educativa como valor. Sin embargo, el reconocimiento y el respeto que merece esa diversidad, no puede conducirnos a actitudes segregadoras o excluyentes; por el contrario, la inclusión social y la equidad educativa fueron el marco en el que sustentamos el respeto y el reconocimiento de la diferencia.
  3. Que todos los componentes de la comunidad educativa cooperasen para conseguir ese objetivo tan ambicioso y necesario. La combinación de calidad y equidad que implica el principio anterior requería, ineludiblemente, la realización de un esfuerzo compartido. Pero la responsabilidad del éxito escolar de todo el alumnado no solo recaía sobre el alumnado individualmente considerado, sino también sobre sus familias, el profesorado, el centro, la Administración educativa y la sociedad.
  4. Fomentar un clima escolar que favorezca la convivencia y el aprendizaje, procurando que todas las niñas y todos los niños consigan la educación, la cultura, el desarrollo, la cooperación y la capacidad de transformación de su entorno más cercano, que les hiciera personas autónomas personal, social y moralmente.
  5. Hacer de nuestro centro un centro inclusivo, como corresponde a un centro público, donde todo el alumnado sea considerado competente para aprender.

¿Cómo vive el alumnado la participación en aspectos organizativos del centro y en cuestiones de convivencia?

Cuando hablamos en nuestro centro de convivencia hablamos de respeto, participación y cooperación. En nuestra vida diaria procuramos que cualquier espacio del colegio sea un lugar donde se respeta al otro u otra como legítimo otro u otra, un lugar donde todas las personas participen juntas en la construcción del conocimiento y un lugar donde se conviva democráticamente. Pero, ¿cómo se aprende a convivir en nuestro colegio? Sencillamente conviviendo, porque no enseñamos la convivencia, la convivencia se construye a diario.

Nuestra mayor preocupación es cómo día tras día todo cuanto se haga en el colegio sea para que las niñas y los niños aprendan a pensar y aprendan a convivir. En el CEIP La Biznaga tenemos muy claro que el referente de nuestra vida de relaciones entre profesorado, alumnado y familias son los Derechos Humanos (1948) y los Derechos de la Niña y del Niño (1989). Pero no como algo a conseguir, no como finalidad, sino como principios de acción. Nos preocupa que nuestro alumnado se eduque en la responsabilidad de sus acciones y que entiendan que, al igual que tienen derechos, también tienen obligaciones.

Y esta vida democrática en nuestro colegio no se impone, sino que nace de la convivencia y del respeto mutuo, porque tenemos muy claro que si tú quieres que te respeten, debes respetar. Educar es eso: respetar al otro u otra como legítimo otro en la convivencia. Y esta convivencia en nuestro centro se construye día a día. Educar es transformación en la convivencia. Y nuestro alumnado se va transformando en la convivencia diaria con el profesorado, con sus compañeras y compañeros, con sus familias y, también, en las ganas que tienen de compartir cosas juntos y, por tanto, suelen abrirse espacios donde nuestros deseos e intereses se encuentran y coinciden con los de los del resto y donde fluye la confianza. La confianza es el fundamento de nuestra convivencia. Si no hay confianza o si hay limitación en la confianza se vive en la hipocresía y en la mentira. Por eso nuestro proyecto educativo del centro tiene como finalidades aprender a pensar y aprender a convivir, para lo cual se precisan de una serie de normas de convivencia. Estas normas se construyen conjuntamente con el alumnado y son nuestras normas de centro, donde todo el personal tiene que cumplirlas. Porque suincumplimiento impide conseguir el valor que siempre conllevan.

Acerca de Tomás Loyola Barberis 40 Articles
Periodista y editor, con 20 años de experiencia en medios de comunicación online

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