Hace más de 14 años que es profesora de Secundaria, aunque ahora está de excedencia. Pero la educación corre por sus venas, al igual que la justicia, la igualdad, la coeducación, el respeto… Kika Fumero es una luchadora incansable por los derechos de las mujeres, del colectivo Lgbti (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales) y de la diversidad en general, con una filosofía basada en la integración y en el trabajo de todas y todos. Está lanzando junto a otras dos profesionales el Observatorio Coeducativo-Lgbti, un proyecto amplio que contempla la creación y puesta en marcha de una red social, una biblioteca virtual con material específico para la comunidad educativa, entre otros objetivos. Con la campaña de micromecenazgo que iniciaron superaron los 7.300 euros para comenzar su andadura y se encuentran en pleno desarrollo de la que será la plataforma desde la que esperan crear un trabajo en red militante y relevante. Pero esto es solo el principio.
¿Existe todavía un miedo a «lo femenino» en la sociedad?
No sé si lo llamaría miedo. Tal vez por parte de los chicos en general sí exista este miedo, pero la raíz es el hecho de que lo femenino aún está degradado y considerado como lo inferior con respecto a lo masculino. Es por ello que los chicos con pluma, por ejemplo, suelen ser un blanco fácil de acoso en las escuelas y de insultos por parte de la sociedad en general. Otro ejemplo lo vemos en la manera en que las mujeres nos empoderamos y hemos avanzado en igualdad: lo hemos hecho luchando por ocupar el espacio masculino (las calles, el trabajo remunerado y reconocido, etc.) e incluso –en muchos casos– imitando roles y actitudes atribuidos como masculinos para acceder a determinados puestos de poder. Lo que ha pasado con ello es que nadie ocupaba los roles femeninos (los cuidados de las personas de nuestra familia, las tareas domésticas, etc.). Aún estamos en esa lucha: en seguir ganando terreno en lo público, y en delegar responsabilidades y convivir en corresponsabilidad.
¿Por qué no se ha visibilizado todavía el trabajo y la aportación en lo social, cultural, económico, político, científico…, de tantas mujeres a lo largo de la historia?
Porque seguimos bajo un sistema androcéntrico y patriarcal, que sitúa al hombre en el centro del universo y como dueño de la esfera pública: de los medios y las publicaciones, lo económico, lo político, lo científico-tecnológico, las humanidades, etc. Poco a poco vamos conquistando espacio en algunas disciplinas, como las humanidades y lo social, pero el resto aún opone mucha resistencia. Ahí vamos, poco a poco, más lento de lo que nos gustaría.
Hemos estado tan invisibilizadas, que debemos hacer primero un ejercicio de investigación, estudio y publicación masiva de libros que hablen de todas las mujeres que han hecho historia, de todas las que han formado parte de la evolución social y humana gracias a sus descubrimientos, investigaciones y teorías. Estamos en ello, pero son siglos de invisibilidad que no pueden superarse en un abrir y cerrar de ojos. Estamos avanzando en visibilidad, pero aún no hemos llegado a los libros de texto ni a los libros de Historia en general; mucho menos hemos entrado en el aula ni en el currículo de las asignaturas –ya sea en el oficial o en el oculto–: más allá del 25N o del 8M, no existimos. Las escasas mujeres que aparecen (como Rosalía de Castro y Marie Curie) se presentan como mujeres extraordinarias, fuera de serie. Esto hace que nuestras alumnas no las sientan como referentes. Debemos ofrecerles mujeres inteligentes, más cercanas y más reales; no como una excepción, sino como referentes alcanzables e imitables.
Comparte a diario con jóvenes y adolescentes… ¿Cuál es su percepción acerca de la violencia de género?
Tanto las chicas como los chicos no ven esta violencia. En la mayoría de los casos la tienen totalmente asimilada y normalizada. Los enfados bruscos y violentos a causa de los celos, el control de las redes sociales, de la hora a la que llega a casa la chica –o bien el hecho de acompañarla de vuelta a casa para él seguir la fiesta–, de cómo va vestida, de las amistades con quienes anda, etc.; todo ello lo tienen asumido como parte del amor, como prueba o señal de que hay “amor de verdad”.
La percepción que ellos y ellas tienen en general es que ya viven en igualdad. Por ejemplo, así como hay chicos que comparten la foto de su novia desnuda con otros colegas (o bien llegan a publicarla en la Red), te dicen que también las chicas pueden hacer lo mismo. Pero no son capaces de ver que la repercusión que tiene un mismo acto entre ellos y entre ellas no es la misma; es decir, las consecuencias sociales que puede tener el que la foto de una adolescente desnuda gire por las redes no es la misma que la de un chico desnudo, ni la sociedad juzga o condena igual una misma acción deplorable cuando el autor es un chico o una chica. El hecho de pensar que ya hay igualdad porque en principio podemos hacer las mismas cosas es un arma de doble filo, un rearme del patriarcado para perpetuar la desigualdad.
La realidad en las aulas es que la violencia de género va en aumento en los últimos años; ahí están los estudios, no es una percepción subjetiva. La violencia se acepta como una forma más de socialización e incluso como forma de establecer las relaciones afectivo-sexuales, y hemos de ponerle freno.
Diversidad y coeducación
¿Qué le falta y que le sobra el currículo en materia de diversidad?
Por faltarle, podría decir que, en cuanto a la diversidad afectivo-sexual y de género, le falta todo. La única diversidad que se contempla es la intercultural –y también sería revisable–. No hay transversalidad, solo existimos en las charlas o acciones puntuales que con suerte oferta el centro; pero una vez nos damos media vuelta y seguimos con las tareas propias de la vida del centro, desaparecemos, dejamos de existir. Porque ni en los libros de texto, ni en las lecturas obligatorias o sugeridas, ni en el discurso del profesorado: no existimos, parece como si nos tragara la tierra. Aunque en ocasiones señale el respeto a la diversidad, no lo desarrolla de manera clara y contundente.
¿Existe la ideología de género? ¿Es una amenaza para la sociedad o es una reivindicación necesaria?
Lo que llaman “ideología de género” no es más que la observación de la realidad desde la perspectiva de género. Es decir, apostar por el respeto a la diversidad y por la igualdad de todas y todos ante la ley; no pisotear ni oprimir la forma de ser ni de sentir de cada quién; respetar la naturaleza del ser humano, así como sus elecciones personales; integrar la pluralidad de identidades y convivir con ellas en armonía; no ubicar al hombre en el centro del universo ni someter o coaccionar a la mujer por el mero hecho de serlo. ¿Me preguntas si todo esto es una reivindicación necesaria? Pues yo diría que se nos va la vida en ello. Pero, ojo, “la perspectiva de género no es ideología ni una propuesta feminista, es un mandato jurídico vinculante para los órganos jurisdiccionales españoles”, tal y como se contiene en el Dictamen del Comité Cedaw de 16 de Julio de 2014, en relación a España.
¿Por qué es necesario trabajar la diversidad y los valores de la educación inclusiva en las aulas?
Porque la diversidad forma parte intrínseca del ser humano y de la sociedad: obviarla sería incurrir en una falta grave, sería mostrar una ciudadanía sesgada y nada fiel a la realidad. Además, el no tener un plan integrado y consecuente en la enseñanza ha hecho que se tengan percepciones e ideas interiorizadas de manera errónea. Los planes de igualdad existentes han de pasar del papel al aula; de lo contrario, es tiempo perdido.
¿Qué esperáis conseguir con el Observatorio Coeducativo-Lgbti?
Esperamos conseguir que se convierta en una herramienta útil para toda la comunidad educativa y que sirva de enlace entre esta y las instituciones, y también llegar a ser una plataforma reconocida a través de la cual poder formar de manera concreta y especializada a docentes, padres, madres, alumnado, etc. Asimismo, pretendemos ser un punto de referencia en cuanto a datos y estadísticas, ya que esperamos publicar estudios científicos rigurosos a partir de ellos.
¿Cómo surgió la idea?
La idea surgió del compromiso y dedicación del equipo que compone el Observatorio y de la necesidad detectada. Desde nuestro punto de vista, no podemos separar la igualdad de la diversidad. El machismo lo impregna todo y tiene la misma raíz. Los delitos de odio que se cometen en los centros educativos tienen el mismo apellido que los delitos por violencia de género: el heteropatriarcado.
Carmen, Marian y yo nos conocimos por distintas vías y las energías fueron tales, que decidimos ponernos manos a la obra. Pronto llegó la propuesta de publicación con la Universidad de Islas Baleares, que aceptamos con mucha ilusión ante la expectativa de materializar nuestro trabajo. Así fue cómo, en diciembre de 2016, vio la luz nuestro primer libro, Escuelas libres de violencias machistas (Edicions UIB, 2016). A partir de ahí, todo fue rodado. El siguiente paso fue el Observatorio Coeducativo-Lgbti.
¿Cuántas personas están involucradas en el proyecto de forma directa e indirecta?
Somos Carmen Ruiz Repullo, Marian Moreno Llaneza y yo, tres profesionales del mundo de la coeducación y la enseñanza. Estamos especializadas en género e igualdad, y en las realidades Lgbti en los centros. Nos avalan muchos años de experiencia en los que hemos estado implicadas en la formación al alumnado y al profesorado, con el fin de construir escuelas libres de violencias.
Principalmente es una herramienta para docentes… ¿Lo será también para madres, padres, alumnado, etc.?
No pretendemos ser una herramienta solo para docentes. Nuestro objetivo es abarcar alumnado, profesorado, familias, etc., y ser un puente entre la comunidad educativa y las instituciones encargadas de atender los problemas que les afectan. Para nosotras, el alumnado es el principal protagonista, y nos movemos por ellas y ellos, por su felicidad, por su derecho a disponer de una educación pública que vele por su integridad.
Personal
¿Se puede separar la vida privada de la profesional, o una es consecuencia y vínculo de la otra?
Por poder, se puede. Pero en este caso hablamos de invisibilizar parte de nuestra identidad y esto, a menos que te mantengas al margen del resto de compañeros y compañeras –y aún así–, acaba pasando factura. Tienes que inventarte un personaje e ingeniártelas para construir un muro infranqueable, de esta manera evitas preguntas incómodas y puedes protegerte tras ese muro y vivir “como si nada”. Enfin, ¡un estrés!
Desde luego, una vez que te lanzas, lo más fácil, lo más cómodo, lo más sano y saludable, lo que menos estrés emocional y menos ansiedad causa, lo más coherente contigo mismx y con el mundo… Es ser como somos y vivir en coherencia con nuestra manera identidad: con nuestra manera de sentir y de pensar.
¿Hace falta salir del armario en el ámbito profesional?
Mi respuesta a esta pregunta es siempre un SÍ en mayúsculas. Hace falta porque cuantos más seamos viviendo en libertad y en conherencia, más visibles seremos y mayor número de referentes reales tendrá nuestro alumnado Lgbti. Contar con referentes reales contribuye a que dejemos de sentirnos lxs rarxs, lxs otrxs, lxs diferentes, y pasemos a formar parte de un mismo conjunto. La ley nos ampara, por lo que considero que todxs deberíamos caminar en esa misma dirección para acabar con el acoso o la fobia hacia nosotrxs en los ámbitos profesionales.
¿Has tenido problemas por ser una lesbiana visible en tu trabajo?
Problemas…Pues depende de aquello a lo que otorguemos nosotrxs mismxs la categoría de problemas. Las personas Lgbti visibles –y todas aquellas personas que pertenecemos a una minoría vulnerable– estamos tan acostumbradas a los ataques sibilinos o al acoso de baja intensidad, que nos inmunizamos, o nos adaptamos, ante un cierto grado de presión y rechazo. Por “acoso de baja intensidad” entendemos el de cada día, el que se presenta en principio como inocuo, como un juego: las miradas, el trato como diferente, el ocultar tu identidad ante el resto como algo “malo” o que no debe ser expuesto, el que te digan “a mí tu vida privada no me importa”, el que invisibilicen la realidad Lgbti y no la cuenten como una opción más, los chistes homófobos en las clases y en la sala del profesorado, la burla hacia la pluma –sobre todo hacia la pluma en los hombres porque todo lo femenino se ridiculiza y es ridiculizable–, etc.
Teniendo en cuenta que una ya se ha hecho inmune a todas estas situaciones sutiles –por llamarlas de algún modo–, podría decirte que no, que no tengo problemas cotidianos, porque los voy resolviendo con la alegría y la fuerza que nos da el activismo y el sentimiento de responsabilidad frente nuestro alumnado Lgbti.
Solamente una vez tuve un problema con un curso que boicoteó una película sobre el lesbianismo que estábamos viendo. Cuando llegó una escena de sexo implícito, rompieron en abucheos la inmensa mayoría de la clase. Temí no salir de aquella situación airosa, pero afortunadamente sonó el timbre de cambio de hora y luego tuve el apoyo necesario por parte de dirección.
Es cierto que en alguna ocasión algunxs alumnxs me ha dicho “lesbiana de mierda” o “bollera”, pero de la misma manera que hubiesen utilizado en mi contra y como insulto cualquier otra característica que para ellxs fuera un defecto. La adolescencia es así: se enfada y explota. Luego, si acaso, recapacitan. Y he de reconocer que, cuando lo hacen, se suelen arrepentir la mayoría de las veces.
Ser lesbiana visible te aporta más satisfacciones que problemas: te ofrece compañeros y compañeras, así como alumnado, aliados de verdad, te evita vivir en la tensión que supone estar escondiéndote, tienes la recompensa de suponer un apoyo para el alumnado y para parte del profesorado Lgbti; y, al resto, lo mueve de su sitio, le hace pensar y hacer un ejercicio importante de tolerancia. Tal vez no de respeto, pero sí de tolerancia. Es un primer paso.
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