Ciberviolencia de género, cibermisoginia y sus amenazas

“El 18% de las mujeres y niñas han experimentado algún tipo de violencia seria por Internet antes de cumplir 15 años, y hasta el 11% lo sufre desde que alcanzó esa edad”, afirmaba Isabel Ventura, experta portuguesa, durante su intervención en el observatorio de Violencia de Género del Lobby Europeo de Mujeres en junio de 2018.

Las modalidades surgidas de la mano de las redes sociales y las TIC son ciberacoso, sexting o directamente la extorsión para no difundir fotografías o vídeos de contenido sexual, con las que la víctima es chantajeada. Sobre este tema se ha escrito mucho, porque son las variantes más habituales y afectan a niñas, adolescentes y también a mujeres adultas. Pero en los últimos años se ha producido una reacción virulenta de discriminación hacia ellas por el simple hecho de levantar la voz o dar la cara. Así lo hemos visto con muchas de las víctimas que se atrevieron a decir #MeToo en algunos de los sonados casos de acoso y abusos sexuales, revictimizadas por la prensa y por miles de usuarios y usuarias en las redes.

Esto es una pequeña parte de lo que se ha venido a llamar ciberviolencia de género, es decir, todos aquellos casos en los que “se utilizan las nuevas tecnologías (Internet y redes sociales, entre otras) para amenazar, acosar o difamar a una mujer”, según el blog Otro mundo es posible. Aquí cabe no solo el acoso sistemático de una víctima de violencia de género, sino que pasan al mundo digital todos los mecanismos y situaciones intimidatorias y de control, y otras prácticas.

Cada día que pasa, vemos que hay ciertos comportamientos que avanzan impunemente. Es cosa de recoger algunas noticias como las críticas a famosas por la forma en que comen, viven, duermen o exponen sus vidas en las redes. O los comentarios en la prensa en línea o en blogs, cuyos usuarios aprovechan, amparados en el anonimato, para despachar hirientes y subjetivos análisis. Surge así otro concepto, la cibermisoginia, que es la respuesta aterrada de grupos de hombres que sienten amenazado su espacio de privilegio y que reaccionan con un “insulto virtualizado que trata de reproducir odio sobre las mujeres, fomentando de esta forma, un discurso violento y sexista” (Crimina.es), que habitualmente va de la mano con otra práctica en el mundo digital, la ciberviolencia simbólica de género, que es la que perpetúa conceptos validados por la cultura heteropatriarcal, cuyo objetivo es sustentar la supremacía y la dominación masculinas: sexualización de las mujeres, invisibilización, discriminación y victimización.

Ante este panorama –la prevalencia e impunidad de ciertas conductas, así como una reacción profunda y visceral al discurso de igualdad (que nunca debe ser entendido como una ideología extremista, sino como aquel que tiene una raíz profunda en la defensa de los derechos humanos y en el respeto a la mitad de la humanidad)– los centros educativos están llamados a ser la puerta de salida al problema.

¿Cómo? A través de una educación que otorgue las habilidades y competencias necesarias para el manejo de las herramientas TIC de forma responsable, y que asegure la comprensión profunda de los valores de igualdad y de respeto; que deje de invisibilizar el rol de las mujeres en la historia, en las artes, en la política, en la guerra, en el deporte, en la economía y en las ciencias, y añada una perspectiva de género a los contenidos; que atienda las diversidades afectivo-sexuales y que promueva la erradicación de comportamientos sexistas, homófobos y tránsfobos, etc. Todo ello se lograría con una apuesta real por una educación equitativa, inclusiva y de calidad para todas y todos.

“Si queremos conseguir una sociedad que realmente sea más justa y con las mismas posibilidades para todas las personas, es indispensable seguir avanzando para mejorar la situación de las mujeres en sus comunidades. De esta manera se fortalecería la riqueza de los países, la igualdad de oportunidades sería una realidad mucho más cercana y el género dejaría de ser un freno para poder tener un futuro esperanzador”, sostiene el documento Mujeres: contribuyendo a un mundo mejor, de Oxfam Intermón. Y eso, sin duda, hay que empezar a hacerlo desde la escuela.

Acerca de Tomás Loyola Barberis 40 Articles
Periodista y editor, con 20 años de experiencia en medios de comunicación online

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